
Cifrapalota, que se traduce como “Palacio Ornamentado”, no es solo un nombre llamativo: es un organismo vivo del estilo Secesionista húngaro, plantado en pleno centro de Kecskemét. Si llevas días recorriendo el sur de Hungría y te apetece algo realmente original, Cifrapalota es básicamente el premio gordo. Construido entre 1902 y 1903, su fachada es un sueño febril de cerámica. Imagina ladrillos multicolor relucientes, ornamentación caprichosa con motivos folclóricos, formas ondulantes y las icónicas tejas Zsolnay húngaras, brillando al sol como si fueran arcoíris congelados. Incluso en una región llena de joyas art nouveau, esta es de otro nivel.
Es obra de Géza Márkus, un arquitecto cuyo objetivo parece haber sido: ¿cómo inspiro mi diseño en el arte popular y lo llevo a un punto en el que la gente se quede mirando con la boca abierta? Y vaya si lo consiguió. Su amor por las curvas y los motivos populares húngaros es clarísimo. A diferencia de los tonos más apagados del art nouveau de Europa occidental, la Secesión húngara es puro color, vitalidad y referencias simbólicas a la cultura local. Cada espiral y flor, cada línea ondulante, se siente como un homenaje a cuentos y leyendas transmitidos durante siglos. La cerámica Zsolnay, producida en Pécs, cubre muros y tejados. Estas tejas no solo son prácticas: son icono nacional y, gracias a su singular vidriado, resplandecen incluso bajo un cielo húngaro encapotado.
Si entras (y deberías), el encanto continúa. Hoy, Cifrapalota alberga la Galería de Arte de Kecskemét y es parte central del Museo Katona József de Kecskemét. Sus altas paredes blancas inundan de luz casi catedralicia, pero son las vidrieras y la ornamentación elegante de los techos lo que se te queda grabado. Las exposiciones permanentes ofrecen un tapiz riquísimo de pintura húngara de los siglos XIX y XX, con un gran foco en historia local, arqueología y artes aplicadas. Paseando de sala en sala, vas trazando la historia de la región desde la antigüedad hasta hoy. Incluso hay una reconstrucción del famosísimo “cuerno de oro de Kecskemét”, una pieza deslumbrante descubierta en la cercana Kunbábony.
No sorprende que Cifrapalota atraiga a todo tipo de visitantes. Amantes del arte, frikis de la arquitectura, viajeras con ojo para lo singular, e incluso gente de la ciudad que un martes cualquiera quiere sentarse a su sombra o mirar de cerca sus detalles. Hay algo deliciosamente juguetón en la manera en que el palacio se planta: imponente y a la vez cercano, como si quisiera presentarse a la vez como institución seria y castillo de cuento. Fuera, busca los pavos reales entre las tejas vidriadas (sí, en serio), y racimos de hojas y flores estilizadas que parecen agitarse con la brisa. Si tienes suerte y cae una llovizna, las tejas centellean con la humedad y el diseño ondulante baila todavía más.
Pero Cifrapalota es más que un museo o un edificio bonito; es un emblema querido por la gente local. Los fines de semana, la plaza de fuera vibra: músicos callejeros, artesanos, mercadillos, festivales… A veces, en primavera y verano, montan escenarios al aire libre y se llena de música y danza. El palacio se ha vuelto central en la vida cívica de Kecskemét, mezclando tradición cultural con el pulso moderno de una plaza urbana animada. Se nota un orgullo suave en cómo hablan de él los habitantes: un recordatorio de que aquí el arte y la arquitectura no son “solo para expertos”, sino que conviven con la vida diaria. Las familias traen a sus peques a talleres del museo; adolescentes quedan junto a las fuentes; mayores se recuestan y recuerdan cómo cambiaron los tiempos.
Si estás recorriendo Hungría, Cifrapalota es una ocasión rara para ver un art nouveau arraigado en el folclore y la identidad locales, no simplemente prestado de Viena o París. En vez de sentir que entras en otro palacio grandilocuente, percibes una conversación animada entre pasado y presente. Los detalles premian la mirada atenta: tómate tu tiempo, rodea el edificio, entra a curiosear, y quizá píllate un café en la plaza para soñar despierta entre colores. En Kecskemét, Cifrapalota no solo señala un punto en el mapa: convierte una visita sencilla en un encuentro vivo con la historia y la creatividad húngaras.





