
El Csoma-Fark-kastély, en el pueblo de Rásonysápberencs, es ese tipo de joya histórica escondida que se siente refrescantemente intacta por el turismo de masas. Situado en el noreste de Hungría, este elegante palacete se alza en silencio en un entorno casi rural, algo que solo suma a su encanto único y ligeramente secreto. Para quienes se sienten atraídos por rincones menos conocidos del país, o simplemente sienten curiosidad por mansiones excéntricas con historias fascinantes, este castillo ofrece una aventura fuera de ruta con siglos de relatos guardados entre sus muros.
Al poner un pie en los jardines, percibes enseguida que el tiempo aquí discurre de otra manera. El Csoma-Fark-kastély se construyó originalmente en el siglo XVIII—muy probablemente alrededor de 1790. Su arquitectura refleja el gusto refinado de la época, con diseño simétrico y elementos de inspiración clásica. No es el típico castillo de altos torreones o puentes levadizos; seduce, más bien, con una elegancia sobria, altos ventanales de guillotina y una fachada solemne y señorial. Lo encargó la noble familia Csoma, grandes terratenientes del momento. A lo largo de los siglos, pasó por manos de varias familias húngaras prominentes, con el linaje Farkas sumando finalmente su apellido a su reputación. Paseando por senderos flanqueados de flores, resulta fácil imaginar otra era: sedas deslizándose, el sonido de un piano flotando desde el interior, el edificio entero vibrando con chismorreos y grandeza.
Gran parte del magnetismo del castillo reside en su atmósfera. Aunque algunas estancias han sido restauradas con mimo, aún perduran ecos de un pasado más desgastado. El edificio ha vivido su ración de turbulencias: las mareas cambiantes del siglo XX trajeron guerra y transformaciones políticas a la región, y la fortuna de la mansión fue y vino a la par de la de Hungría. Durante los años de posguerra incluso se reconvirtió, funcionando como escuela y vivienda local, entre otros usos. Y, sin embargo, sus muros siguen evocando con fuerza épocas anteriores. Se conservan algunos techos originales, suelos de madera y molduras decorativas, y las escaleras principales mantienen toda su prestancia. En un país donde tantos castillos han sido restaurados en exceso o reconvertidos en hoteles de lujo, el Csoma-Fark-kastély impresiona por su autenticidad desnuda: una belleza vivida, ligeramente ajada.
Pero el castillo no va solo de historia y grandeza envejecida; también está enclavado en un paisaje extraordinariamente sosegado. Rodeado de un campo tranquilo, salpicado de pequeñas lagunas y colinas lejanas, Rásonysápberencs es un respiro frente a las rutas más concurridas de Hungría. El canto de los pájaros y el susurro del viento entre los árboles ponen la banda sonora, y en temporada de cultivo, los huertos locales estallan en un estallido de color. Como el castillo recibe relativamente pocos visitantes, a menudo puedes deambular por los terrenos en soledad, sin prisas, quizá deteniéndote a la sombra moteada o captando fugaces destellos de fauna. No es de extrañar que artistas y escritores encuentren inspiración en este escenario, dejando que la calma y la historia se cuelen en sus propios proyectos.
Uno de los aspectos más bonitos de una visita al Csoma-Fark-kastély es la sensación de conexión con la vida húngara real y cotidiana. En Rásonysápberencs, el pulso del pueblo sigue girando en torno a festividades estacionales, días de mercado y costumbres locales. Es muy enriquecedor charlar con la gente—muchos guardan recuerdos familiares o historias vinculadas al castillo. Puede que te cruces con descendientes de quienes trabajaron allí, cuidando caballos o atendiendo los jardines. Algunos te contarán juegos de infancia en rincones enmalezados del parque, o relatos misteriosos de puertas ocultas y fantasmas susurrados al atardecer. El castillo siempre ha ocupado un lugar grande en la imaginación local, moldeando el carácter y las leyendas del pueblo.
Aunque es posible disfrutar del Csoma-Fark-kastély en una excursión tranquila de un día, aquí conviene tomarse el tiempo. Lleva cuaderno de dibujo o cámara, entretente junto a la antigua casa de la entrada, o pide permiso para ver algunas de las alas menos restauradas. Hay un cosquilleo sutil al saber que sigues las huellas de generaciones pasadas, mientras apoyas los esfuerzos de restauración de una de las casas señoriales más atmosféricas de Hungría. Y cuando te detengas al borde de los jardines, respirando el mismo aire campestre que ha moldeado esta finca durante más de dos siglos, no te extrañe que te cueste marcharte: este es un lugar donde la historia se vive, no solo se mira.
En un mundo donde muchos sitios históricos se empaquetan para una atención fugaz, el Csoma-Fark-kastély destaca. Es un espacio para bajar el ritmo, explorar ecos y relatos, y dejar que el pasado se revele de forma tranquila e inesperada. Ya seas amante de la arquitectura, apasionada de la historia o simplemente una viajera en busca de rincones en paz, quizá aquí encuentres algo inolvidable.





