
Dugonics tér, encajado en pleno corazón de Szeged, es una de esas plazas que descubres por casualidad y en la que, sin darte cuenta, te apetece quedarte más de lo previsto. Entre el zumbido suave de los tranvías y la gente local en su rutina diaria, la plaza vibra con esa energía auténtica del sur de Hungría. No se siente como un decorado de postal, sino como el salón de la ciudad: un lugar donde estudiantes, familias, músicos callejeros y cafeterías se mezclan para formar parte de la historia de Szeged.
Lo más fascinante de Dugonics tér es su mezcla fluida de lo antiguo y lo moderno. Siéntate en cualquier banco y te rodeará una combinación deliciosa de fachadas históricas, tiendas actuales y el imponente edificio principal de la Universidad de Szeged. La universidad no es solo un nombre: desde principios del siglo XX, cuando se trasladó aquí desde Kolozsvár (hoy Cluj-Napoca) tras el Tratado de Trianon, ha moldeado y potenciado el pulso intelectual de la ciudad. Si vienes en época lectiva, la plaza rebosa estudiantes en movimiento, conversación y risas: un recordatorio de lo joven y dinámica que es la población de Szeged.
Pero no puedes hablar de Dugonics tér sin mencionar a su homónimo y la razón de la fuente ornamentada que ocupa el centro. András Dugonics (1740-1818) fue un destacado escritor y matemático húngaro, todo un referente local, no solo por sus raíces en la región, sino porque sus obras contribuyeron a dar forma a la literatura húngara moderna. El monumento y la fuente que dominan la plaza se inauguraron en 1879, justo el mismo año de la catastrófica inundación que cambió el destino de la ciudad. Cuando las aguas retrocedieron y comenzó el enorme esfuerzo de reconstrucción, la gente de Szeged decidió dedicar esta plaza a uno de los suyos como recordatorio permanente de resiliencia, intelecto y creatividad, sensaciones que se respiran al pasear por aquí.
La fuente atrae a la gente como un imán, sobre todo en las tardes cálidas. El murmullo del agua, el brillo del sol sobre las cascadas y los escalones circulares de piedra invitan tanto a peques curiosos como a jubilados con un libro en la mano. La estatua de bronce de Dugonics, con gesto sereno y pensativo, preside la escena, no muy lejos de donde estuvo el palacio original del antecesor de la universidad. Dicen las leyendas urbanas que si lanzas una moneda y pides un deseo, quizá vuelvas a Szeged para graduarte, por amor o simplemente para otra siesta al sol en esta plaza.
Los detalles alrededor de Dugonics tér son los que la hacen tan envolvente. Fíjate en la riqueza del Art Nouveau del Palacio Reök, de tonos amarillos, a la vuelta de la esquina; en los paseos con baldosas geométricas; y en las cafeterías y confiterías llenas de vida. Son miradores perfectos para el deporte nacional de ver pasar la vida, a ser posible con un café o con los célebres pasteles al estilo de Szeged. Si tienes la suerte de coincidir con una graduación universitaria o un festival, la plaza se transforma: la calma habitual explota en color, flores y carcajadas mientras la gente ocupa el espacio abierto.
Más allá de la plaza, estás a un paso de otros tesoros de Szeged: la Sinagoga, la orilla del Tisza y su malecón, y varios teatros. Pero Dugonics tér, con su encanto sin prisas, es el cruce de caminos de todo esto: un lugar perfecto para empezar o terminar tu recorrido. En vez de grandes monumentos o museos interminables, aquí te espera la magia sencilla de la vida cotidiana en un escenario bonito y lleno de historias. Si eres de las que disfrutan quedarse un rato largo y dejar que un lugar se revele a su ritmo, verás que Dugonics tér ofrece justo lo que Szeged quiere regalar: una probadita auténtica del sur húngaro más tranquilo, culto y vibrante.





