
Egerszalók Sódomb es uno de esos tesoros naturales tan raros que tienes que ver para creer. Escondido en el corazón del condado de Heves, en el norte de Hungría, este lugar de otro planeta—apodado a veces la “Pamukkale húngara”—es un espectáculo hipnótico tallado por la propia naturaleza. Mientras muchos se van directos a Budapest o navegan por el Danubio, quienes saben salirse del guion se acercan a este prodigio níveo que emerge de un valle boscoso y silencioso. Y te lo digo: cuando veas esas terrazas relucientes tomando el sol, te preguntarás cómo puede existir algo así fuera de un cuento.
Pero, ¿qué es exactamente la Colina de Sal de Egerszalók? En esencia, es un milagro geológico que lleva años formándose. Allá por 1961, mientras buscaban petróleo cerca del pequeño pueblo de Egerszalók, los prospectores dieron por accidente con un potente manantial. En vez de oro negro, liberaron agua mineral riquísima que brota desde las profundidades a unos calentitos 65-68 °C. Cuando el agua emerge, viene cargadísima de calcio y otros minerales—muy por encima de lo que encontrarías en aguas subterráneas normales. A medida que desciende, los minerales se depositan y se apilan formando esas fantásticas capas blanco inmaculado que llamamos travertino: terrazas inclinadas y encajeadas que recuerdan a una cascada helada.
A diferencia de otros paisajes similares del mundo, como la famosa Pamukkale en Turquía o las fuentes termales de Yellowstone, Egerszalók Sódomb se siente más secreto y virgen, con mucha menos gente y una vibra muy suya. La colina blanca se extiende por más de 1.200 metros cuadrados, brillando y cambiando de textura según la luz y el clima. Con sol, las terrazas deslumbran; al amanecer o al atardecer, la calma etérea es difícil de describir. Fotógrafos y amantes de la naturaleza caen rendidos ante el contraste surrealista entre los verdes del bosque y los azules pálidos y blancos resplandecientes de la colina salina.
Visitar Egerszalók no va solo de flipar con la geología: ¡sus aguas termales curativas también te esperan para darte un buen baño! Los manantiales alimentan el encantador Saliris Resort Spa & Conference Hotel y varios balnearios más pequeños, convirtiendo el lugar en un destino top para relax y bienestar. Hay algo mágico en sumergirte en piscinas humeantes con vistas panorámicas a la colina de sal. La gente local jura por las propiedades medicinales del agua; va cargada de calcio, magnesio, sodio y un montón de oligoelementos que, dicen, hacen maravillas con las articulaciones, los músculos cansados e incluso algunas afecciones de la piel. Creas o no en los poderes sanadores, el calorcito delicioso te deja como nueva.
Y Egerszalók ofrece mucho más. El pueblo tiene un encanto especial, con colinas de viñedos (estás en una de las zonas vinícolas top de Hungría), bodegas rústicas y retazos de historia local por descubrir. La colina de sal es un telón de fondo perfecto para festivales, rutas guiadas e incluso paseos tranquilos al anochecer. Si te va la aventura, explora las cuevas cercanas, incluyendo las misteriosas “Viviendas Cueva”, antiguas casas excavadas en la roca volcánica blanda. O cambia el ritmo con una copa del célebre Egri Bikavér (Sangre de Toro) y mira cómo el atardecer tiñe las terrazas de rosas y dorados.
A peques y mayores les va a encantar. Hay una calma de otro mundo, pero al mismo tiempo el murmullo del agua mineral y las piscinas azulitas te invitan a chapotear. Para fotógrafos, amanecer y atardecer son horas de oro: sombras largas y colores cambiantes hacen que la colina parezca distinta cada rato. Incluso en invierno, cuando la escarcha brilla en las terrazas y el vapor se arremolina en el aire frío, el lugar tiene un encanto silencioso y casi místico.
Cuando visitas Egerszalók Sódomb, entras en un trocito de patrimonio natural que sigue cambiando cada día. Es la prueba de lo que pasa cuando la tierra, el agua y el tiempo se ponen de acuerdo para obrar un poco de magia. Busques relax, aventura o simplemente una historia para contar a la vuelta, esta joya húngara está lista para sorprenderte. Mete el bañador, la cámara y muchas ganas de alucinar: ¡la colina de sal de Egerszalók te espera!





