
Győr es famoso por su ambientazo en el centro y sus plazas barrocas de postal, pero a solo unos pasos del bullicio te espera un rincón sereno con mucha historia arquitectónica y espiritual: la Evangélikus öregtemplom, o Iglesia Evangélica Vieja. Paseando por la plaza Petőfi Sándor, verás su fachada discreta pero elegante, arropada por el verde. Es un símbolo silencioso de resiliencia y comunidad en el noroeste de Hungría.
En cuanto cruzas la puerta, te envuelve una calma con sabor a siglos. La iglesia se construyó entre 1783 y 1785, justo después del Edicto de Tolerancia, cuando el emperador José II permitió a las confesiones no católicas levantar templos. Antes, los luteranos locales lo tenían muy difícil: rezaban en casas privadas o en espacios improvisados. Levantar este templo fue mucho más que un proyecto de obra: fue una declaración de perseverancia y fe. El primer oficio se celebró en 1785; si cierras los ojos, casi puedes sentir la emoción contenida de aquella comunidad que por fin tenía una casa espiritual.
Para quienes sienten curiosidad por la historia religiosa húngara, este lugar es una pieza viva. A diferencia de muchas iglesias barrocas del centro, la Evangélikus öregtemplom se alzó en un barroco tardío sobrio y funcional, acorde con las restricciones de la época: de inicio no se permitían torre ni entrada principal desde la calle. Con el tiempo, y ya relajadas las prohibiciones, llegaron la torre y el portal más elaborado. Si te fijas, su exterior modesto cuenta cómo los constructores sortearon la ley con creatividad, buscando dignidad y visibilidad para su comunidad.
El interior guarda las verdaderas sorpresas. La luz suave entra por altos ventanales de arco, acariciando la preciosa galería de madera y el órgano original, restaurado con mimo. No busca deslumbrar por grandeza; aquí el ambiente es introspectivo, casi acogedor, como un salón pensado para creer en común. Recorre las paredes: verás placas y fotos que narran el viaje de la congregación y rinden homenaje a figuras como Sándor Petőfi, el poeta querido que, dicen, pasó por aquí. La intimidad se palpa: cada banco y cada crujido del suelo de madera han sido testigos de siglos de ritos y reencuentros.
Pero esta iglesia no es solo arquitectura e historia: aquí la vida cultural vibra. Conciertos, eventos y encuentros comunitarios animan el espacio todo el año, y no hace falta ser luterano ni religioso para sentirte bienvenido. Con un poco de suerte, te tocará un recital de clásica o un coro que llenan la nave de música, sumando una capa viva a su presencia serena. Es un lugar que los locales quieren, no solo como patrimonio, sino como parte de su día a día. Verás gente de todas las edades entrar, encender una vela o simplemente encontrar un respiro en los bancos de madera. Santuario, sí, pero también un pequeño corazón cultural.
Si quieres entender Győr más allá de sus fachadas fotogénicas y su vida callejera, plantarte en este refugio humilde es una experiencia reveladora. Te invita a parar, a mirar hacia dentro y a escuchar una historia de esperanza que lleva siglos latiendo. Arquitectónicamente discreta, quizá, pero espiritualmente potente, la Iglesia Evangélica Vieja es como un capítulo susurrado del alma de la ciudad. Hay magia en dejar que tus pasos resuenen en su suelo de piedra y sentirte unida a tantas generaciones. Un recordatorio de que la historia no solo vive en castillos o museos: también se guarda, calladita, en lugares como este. La próxima vez que vengas a Győr, baja el ritmo y entra. Puede que salgas con una calma —y hasta una chispa de inspiración— que no se encuentra en las paradas más concurridas. ⛪





