Fertő tó (Lago Neusiedl)

Fertő tó (Lago Neusiedl)
Lago Fertő (Neusiedl), Sopron: lago estepario declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, reserva de la biosfera única, paraíso para la observación de aves, rutas ciclistas, vela y un enclave natural transfronterizo entre Hungría y Austria.

Fertő tó, también conocido por su nombre alemán Lake Neusiedl, es un lugar insólito y fascinante justo en la frontera entre Hungría y Austria. Un lago estepario somero y ventoso como no hay otro en Europa Central, está a un paso de la bulliciosa Sopron, pero se siente como un mundo aparte. Si crees que ya conoces los lagos—aguas azuladas, profundas para zambullirse y enmarcadas por montañas—prepárate para que te cambien deliciosamente los esquemas. Aquí, en Fertő tó, el agua rara vez supera los dos metros de profundidad, su color cambia con el viento y el tiempo, y la orilla se diluye en carrizales y marismas que zumban de vida. Mucha gente local cuenta cómo se adentra muy lejos caminando, con el barro blando cediendo bajo los pies.

El carácter del lago está marcado por su paisaje y su rica historia. Durante siglos, la zona fue una frontera natural—a veces difusa, a veces tajante—entre distintos imperios y culturas. Las historias del lago se remontan al menos a 1278, cuando las localidades cercanas aparecieron por primera vez en fuentes históricas. A lo largo de los siglos pasaron otomanos, Habsburgo y húngaros, todos dejando su huella. La ciudad de Sopron, cerca del borde sur del lago, es famosa por declarar en 1921 (tras un referéndum agitado) que prefería pertenecer a Hungría antes que a Austria. Y pese a—o quizá por—esas fronteras siempre cambiantes, en las orillas luminosas del Lake Neusiedl flota una sensación de apertura y calma.

Hoy el lago enamora por su atmósfera suave y ese aire raro, muy de naturaleza ante todo. En lugar de lanchas y motos de agua, lo habitual es ver windsurfistas zigzagueando y garzas de patas larguísimas acechando en la orilla. Si llegas por el lado húngaro, la mejor puerta de entrada es el pueblito de Fertőrákos, donde puedes alquilar una bici o pasear por senderos bordeados de carrizos. Aquí se abre una cantera famosa, antaño epicentro de cantería, que en verano vibra con funciones de ópera al atardecer. En el agua, el paisaje cambia sin parar. Un momento el viento riza la superficie en espuma y al siguiente todo se aquieta y los juncos se mecen bajito, sus tallos susurrando con la brisa.

Si te tira el birdwatching, ya sabrás por qué Fertő tó es parada favorita. Se han registrado más de trescientas especies de aves en torno al lago, lo que lo convierte en uno de los humedales más importantes de Europa. La UNESCO reconoce tanto el lado húngaro como el austríaco como Patrimonio Mundial, prueba de lo especial que es su “paisaje cultural”. En primavera y otoño, espera ver nubes de gansos y aves raras sobrevolando. Trae prismáticos y paciencia: a veces compensa sentarse en silencio y dejar que la fauna se acerque. Incluso paseando o pedaleando, no te extrañes si un destello azul te cruza delante—martines pescadores lanzándose a cazar, o las alas irisadas de las libélulas flotando sobre lagunitas quietas.

En la mesa, los sabores son tan sugerentes como el paisaje. En Sopron o en los pueblos de la ribera, los menús cambian con la estación: piensa en pescados de agua dulce, vinos locales (con especial mención a los tintos Kékfrankos) y muchas tartas caseras. Naturalmente, si das la vuelta al lago en bici (hay un camino de 115 kilómetros que lo circunvala, así que trae calzado cómodo), el hambre está asegurada. Los mercados locales rebosan de albaricoques y cerezas en verano, y la luz de la tarde enciende los viñedos a finales del verano y en otoño.

Tanto si te llaman el ciclismo, los picnics perezosos o el puro placer de pasar largas tardes de verano a la orilla, el encanto de Fertő tó es tan suave como auténtico. A ciertas horas—al amanecer, cuando se levanta la niebla, o en la hora dorada—puede volverse de una quietud casi meditativa, a pesar de estar cerca de poblaciones animadas. No te sorprenda si te descubres simplemente sentada mirando cómo cambia el humor del agua, charlando con gente local encantadora o quedándote más tiempo del que pensabas.

En el fondo, Fertő tó (Lake Neusiedl) no busca deslumbrar con grandes espectáculos. Se revela poco a poco: en la calma, en los matices, y en la reconfortante sensación de un paisaje modelado por siglos de convivencia entre personas y naturaleza. Si alguna vez te acercas a Sopron, anímate a un desvío hasta la orilla. Aquí el tiempo se desenrolla despacito, el horizonte ancho invita a respirar hondo, mirar por encima de los carrizos y quizá empezar tu propia historia en el borde de Hungría.

  • El director húngaro István Szabó rodó escenas de su película Mephisto en los alrededores del Lago Neusiedl, aprovechando su niebla característica y paisajes planos para crear atmósferas inquietantes.


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