
El Orczy-kastély de Újszász es de esos lugares que te sorprenden en silencio, si te das la oportunidad de descubrirlos. No presume de pasillos infinitos como algunos palacios opulentos de Hungría, ni recibe autobuses repletos de turistas, y quizá justo ahí está su encanto. Escondido en el corazón de Újszász, un pequeño pueblo del condado de Jász-Nagykun-Szolnok, este castillo permanece como un recordatorio sereno de la grandeza aristocrática y de la resiliencia histórica. Su historia está íntimamente ligada a la familia Orczy, cuyos miembros dejaron una huella refinada—y a ratos turbulenta—en este rincón del campo húngaro.
Si eres de las que prefieren lugares donde la historia se siente cercana y entrelazada con la vida cotidiana, el Orczy-kastély es totalmente para ti. Sus orígenes se remontan al siglo XVIII, cuando la noble familia Orczy consolidó su presencia en la región. Aunque la fecha exacta de construcción es algo esquiva—en parte porque el edificio fue reconstruido varias veces—la mayoría de fuentes coinciden en que la estructura actual es de finales de 1700, posiblemente finalizada en 1772. Es justo la época en la que las grandes familias terratenientes de Hungría levantaban casas que equilibraban la grandeza aristocrática con un toque de practicidad rural. La familia Orczy, influyente en política y en lo militar, no solo sabía vivir a lo grande, también cultivaba las tierras que rodean Újszász.
Al acercarte hoy al castillo, te recibe una fachada neoclásica sobria y elegante. Nada de excesos barrocos: aquí manda el buen gusto discreto, con proporciones equilibradas y detalles pensados, más que con decoraciones llamativas. Lo abraza un parque tranquilo que, especialmente en primavera y otoño, es una delicia para pasear: tilos enormes proyectan sombras moteadas y los senderos de grava siguen el trazo de antiguas vías de carruajes. Hay una melancolía bonita, de esa que te deja la cabeza volar entre historias antiguas.
Una de las cosas más fascinantes del Orczy-kastély es su capacidad de adaptarse al tiempo. Tras desvanecerse el esplendor original y terminar la etapa de la familia Orczy—marcada con fuerza por los cambios de fortuna tras la Segunda Guerra Mundial—el edificio inició un capítulo más comunitario. Como muchas mansiones y kastélyok de la Gran Llanura Húngara, se reconvirtió para uso público. Durante un tiempo albergó una escuela, y aún se siente el eco de aquellos días alegres en los pasillos luminosos y en el parque. Esa adaptabilidad es parte de su magia cotidiana: parece que el lugar respira a través de sus recuerdos, no solo de bailes y consejos, sino también de la gente del pueblo dándole vida en el presente.
Al entrar, todavía verás huellas de la vida aristocrática—molduras originales, techos altos, algún retrato o mueble de época—pero si te fijas, también flota el murmullo de encuentros comunitarios, eventos de arte y conferencias. El Orczy-kastély se ha convertido en un pequeño cruce cultural, acogiendo exposiciones, música e incluso alguna boda. Quien lo visita no se queda frente a una reliquia: participa en una historia viva.
En Újszász nada va con prisa. Eso significa que tu visita al Orczy-kastély puede ser tan pausada o tan detallista como te apetezca. Pasea bajo los árboles viejos, o date una vuelta por el centro del pueblo. Si te va lo minucioso, la historia del castillo te la cuentan con cariño los locales, deseosos de compartir anécdotas de la familia Orczy y de las transformaciones del siglo XX. La mezcla de historia íntima y belleza sin pretensiones te hace sentir como dentro de una novela, entre las intrigas de los 1700 y los latidos del Újszász de hoy.
El Orczy-kastély no busca llamar la atención, y quizá ese sea su mejor cumplido. Equilibra la dignidad tranquila de una vieja mansión con la vida vibrante y cambiante de un pequeño pueblo húngaro. El aire del castillo está denso de historias: desde el eco de pasos aristocráticos hasta la risa de escolares y el murmullo suave de la música en una tarde de eventos. Así, el Orczy-kastély no te invita tanto a observar como a pertenecer, aunque sea por una tarde. Para viajeras curiosas por la historia, la arquitectura o los placeres del slow travel, este rincón de Újszász es una bienvenida en toda regla.





