
La Szepessy-kúria reposa en silencio entre los paisajes serenos de Gesztely, no muy lejos de Miskolc, pero tan apartada del bullicio urbano que parece otro mundo. La mansión no grita su historia: espera a que los curiosos descubran sus secretos. Al avanzar por la avenida de árboles curtidos y ver la fachada sólida y clasicista, sientes ese tirón sutil del pasado que solo desprenden los edificios con memoria. No es la más famosa ni la más ostentosa de las residencias nobles húngaras, pero sí una de las más atmosféricas: la Mansión Szepessy te deja asomarte a un capítulo de la Hungría rural que a menudo pasa desapercibido.
La mansión se remonta a principios del siglo XIX, concretamente a 1820, cuando el conde Szepessy Ignác, figura destacada del condado de Borsod-Abaúj-Zemplén, encargó la construcción de este hogar familiar cómodo pero señorial. Se concibió como refugio campestre y foco de tertulias intelectuales: ni palacio ni casa de campo, sino un término medio muy civilizado. Con el paso de las décadas, la casa se convirtió en corazón de la vida social local. La familia Szepessy, conocida por su mecenazgo artístico y sus vínculos con los movimientos reformistas húngaros, transformó estas paredes en un lugar donde poetas, políticos y pensadores alzaban copas y voces para debatir el futuro de Hungría. Si las paredes hablaran, tendrían cosas valientes y poéticas que contar.
Paremos un segundo para pensar por qué un sitio así importa. Es tentador devorar guías y tachar must-sees, pero la Szepessy-kúria recompensa a quien se detiene y deja volar la imaginación. Recorre la amplia galería y verás detalles mínimos: el compás suave de las columnas neoclásicas sosteniendo el pórtico, la luz colándose oblicua por los viejos ventanales emplomados, el crujido de la madera pulida bajo los pies; un lazo sensorial con quienes vivieron aquí, discutieron a la luz de las velas y vieron pasar las estaciones por estas mismas estancias. Hoy, aunque ya no alberga a sus dueños originales, quedan ecos de aquellos días en estucos restaurados con mimo y peldaños de piedra irregular, insinuaciones que contrastan con los jardines de la finca, frondosos y algo salvajes, esperándote ahí fuera.
Visitar la Mansión Szepessy es, en muchos sentidos, un antídoto frente a los destinos urbanos abarrotados. El propio pueblo de Gesztely oscila entre adormecido y sociable —según la época del año—, lo que facilita dejarse mecer por el ritmo pausado de la vida rural. Pasea por los terrenos a tu aire y quizá veas fauna local o a algunos vecinos en sus quehaceres. Con suerte, si llegas en una de las jornadas de puertas abiertas o visitas guiadas, escucharás historias sobre la conexión de la familia con acontecimientos como la Revolución de 1848 o su papel en reformas religiosas y educativas de la región. Las pequeñas dependencias —cocheras, bodegas, incluso restos de un antiguo huerto— son recordatorios suaves del pasado laboral de la mansión, cuando fincas como esta eran columna vertebral de la sociedad agrícola húngara.
Uno de los grandes placeres de la Szepessy-kúria es cómo difumina, sin hacer ruido, la línea entre pasado y presente. Hay una paz especial al sentarse bajo los tilos centenarios y dejar que la mente vuele a lo que pudo ocurrir aquí hace dos siglos. Alrededor del caserón circulan leyendas —algunas verosímiles, otras más fantasiosas—: visitantes misteriosos que llegaban al crepúsculo para reuniones secretas, un vástago Szepessy confidente del héroe nacional Sándor Petőfi, o la torre cercana cuyo campanario llamaba a los vecinos a refugio en tiempos revueltos. Las creas o no, la atmósfera es palpable. Es el tipo de lugar que invita a la imaginación y la premia.
Si llevas cámara, tendrás material de sobra: las líneas geométricas de la casa contra un cielo cambiante, la pátina del ladrillo antiguo y las verjas de forja, el juego de sombras en las estancias frescas y de techos altos. Pero, a diferencia de esas mansiones donde las cuerdas de terciopelo y las vitrinas te separan de la historia, aquí sientes una invitación discreta. Es un lugar para estar presente, bajar el ritmo y dejar que el paisaje y la arquitectura te despierten la curiosidad y la conversación.
En una región a menudo eclipsada por grandes hitos, la Szepessy-kúria defiende con fuerza la ruta menos trillada. No promete espectáculo, ofrece profundidad: un roce con las vidas de personajes menos conocidos pero esenciales en el relato de Hungría. Son los gestos humanos, la memoria acumulada y el silencio hondo lo que convierte a esta vieja mansión de Gesztely en un destino que merece la pena buscar para cualquier viajero que valore la autenticidad, el encanto y la poesía de los lugares de verdad.





