Tokaji Pincék (Bodegas de vino)

Tokaji Pincék (Bodegas de vino)
Descubre las bodegas Tokaji en Hungría: túneles volcánicos, moho Cladosporium cellare y catas de Aszú y Furmint. Historia, enoturismo y terroir único en Tokaj, cuna del “vino de reyes”.

Tokaj no es solo un pintoresco pueblo húngaro en la confluencia de los ríos Bodrog y Tisza; es la cuna de una de las tradiciones vinícolas más legendarias de Europa. Durante siglos, los buscadores de sabores exquisitos y los curiosos de la alquimia del terroir han peregrinado a esta región del noreste de Hungría. Pero lo que vuelve la experiencia verdaderamente inolvidable no es solo saborear sobre tierra el néctaroso Aszú, sino perderse en las misteriosas y centenarias Tokaji Pincék: laberínticas bodegas excavadas en laderas volcánicas, cargadas de historia y con un aroma que susurra secretos de vendimias lejanas.

Entrar en una Tokaji Pince, o bodega, es retroceder en el tiempo, un gesto casi intacto desde el siglo XVI. Los antiguos vecinos tuvieron un golpe de genio: horadaron túneles en las colinas de toba mineral, creando una cuna perfecta para la crianza del vino. Esta roca blanda y porosa no solo mantiene temperaturas frescas y una humedad ideal; también favorece el crecimiento de un moho gris amigable, Cladosporium cellare, que abraza las paredes como abrigos de terciopelo y genera un microclima único de Tokaj. Te sorprendería cuánto influye este moho discreto en el sabor y el estilo del vino local.

Visitar las bodegas de Tokaj no va de catas ostentosas ni de decoración “instagrameable”, aunque material para fotos no faltará. El verdadero placer está en el ritual pausado de descender bajo calles que antaño vieron desfilar ejércitos de los Habsburgo y los carruajes solemnes de nobles amantes del vino. A veces las galerías se extienden por kilómetros bajo ciudades como Mád y Tarcal, y algunas pertenecen a bodegueros con raíces de siglos: piensa en Disznókő, Groß Alex o Szepsy István, nombres que los entendidos pronuncian con reverencia. Caminando en silencio entre túneles de barricas, tus pasos resuenan, y quizá tu guía te ofrezca una copa de Tokaji Aszú, el dorado vino que Luis XIV de Francia alabó como “el vino de reyes, el rey de los vinos”.

Cada bodega tiene su propio carácter. Algunas son oscuras y frías, iluminadas por lámparas antiguas titilantes, donde los matices minerales se mezclan con notas de miel y albaricoque que emanan de las barricas. Otras han sido restauradas con mimo y acogen catas a la luz de las velas, donde las historias y las risas llenan el aire tan densamente como el perfume de la fermentación. Pregunta a tu anfitrión en qué año se excavó la bodega y oirás relatos de mucho antes de 1703, cuando el príncipe Francisco II Rákóczi obsequió botellas de Tokaji a Pedro el Grande de Rusia. Los propietarios locales nunca rehúyen contar cómo sus bodegas sobrevivieron a invasiones, confiscaciones y nacionalizaciones, hasta renacer tras 1989, cuando Hungría se transformó.

Una de las alegrías inexplicables de la región es la diferencia entre bodegas. Puedes estar catando un Furmint seco en una bóveda estrecha, con telarañas en el borde de Sárospatak, y al rato aparecer en una gran bodega señorial del siglo XVII en Erdőbénye donde las paredes parecen cantar canciones antiguas. Cada bodega es un organismo vivo, que se adapta no solo a su piedra anfitriona sino al talento y la personalidad de sus enólogos. Aquí aprendes que Tokaji no es solo una bebida, sino una cultura: cada etiqueta cuenta una historia de clima, paciencia y alquimia.

Además del vino, las Tokaji Pincék invitan a bajar el ritmo y notar el paso del tiempo. En estas catedrales subterráneas verás candelabros ennegrecidos, antiguos prensas de madera y a veces herramientas desvaídas que dejaron generaciones de vinateros. Algunas visitas culminan con largas mesas dispuestas para comer, donde la cocina bebe de la misma tierra volcánica y de las mismas tradiciones que el vino. Con un buen goulash, queso de oveja picantito y lonchas finísimas de mangalica curado, los desconocidos se vuelven amigos, y hay una alegría honesta en compartir una copa recién sacada de la barrica.

Deja que te guíe la curiosidad. Las bodegas de Tokaj no son solo lugares para probar grandes vinos, sino recordatorios de que algunas de las mejores revelaciones viajeras suceden bajo la superficie, literal y figuradamente. Ya vengas para una tarde o para una escapada larga, cada sorbo y cada eco bajo tierra cuentan una historia que se estira hacia el pasado y que te acompaña mucho después de dejar el susurro abovedado de las Tokaji Pincék.

  • En Tokaj, el compositor Franz Liszt brindó con aszú en 1873 durante celebraciones en su honor; el “vino de reyes” húngaro fascinó a cortes europeas, incluido Luis XIV.


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