Törley-kastély (Castillo Törley)

Törley-kastély (Castillo Törley)
Törley-kastély (Castillo Törley), Galvács: Mansión elegante del siglo XIX, destacada por su arquitectura histórica, sus jardines y su vínculo con la emblemática herencia del vino espumoso Törley de Hungría.

El Törley-kastély, en el pueblito de Galvács, es de esos lugares que te encuentras por casualidad, donde la historia se descuelga en silencio sobre colinas boscosas, con susurros de otra época filtrándose entre piedras cubiertas de musgo y muros que se desmoronan. Si te sales de la ruta típica en el noreste de Hungría, dejando atrás autopistas y multitudes, verás asomar los restos de este castillo que un día fue grandioso, al borde de un paisaje rural tranquilo. Entre árboles veteranos y un campo ondulado, el castillo parece suspendido en un bucle del tiempo, como un secreto arquitectónico esperando a ser descubierto.

La historia del Törley-kastély empieza con un nombre que quizá te suene de tus brindis: József Törley, el famoso productor húngaro cuyo espumoso Tokaji fue, en su día, el brindis de Europa. En 1903, Törley encargó el castillo como residencia campestre y carta de presentación, un retiro de ocio y, a la vez, símbolo de éxito. A diferencia de tantos palacios húngaros levantados en estilos neobarrocos o románticos y un punto ostentosos, el castillo de Törley lucía una elegancia más discreta y algo peculiar. Piedra y ladrillo locales, buhardillas en las ventanas y terrazas amplias le daban un aire acogedor, casi familiar, más que una grandilocuencia de fortaleza. No nació para deslumbrar sin más: su diseño habla de comodidad vivida, de escapadas de la familia Törley y sus invitados.

El tiempo lo ha cambiado todo. Pasear hoy por la finca es leer una historia compleja grabada en cada superficie. Décadas de abandono, golpes de la historia y descuido lo han dejado a medias entre ruina y proyecto, porque últimamente restauradores entusiastas se han fijado en su encanto singular. La hiedra cae sobre muros colapsados y la luz se cuela por cerchas abiertas donde antes hubo tejado. Aun así, si cierras los ojos y respiras el silencio verde, casi oyes el tintinear de copas sobre bandejas de plata, las conversaciones y risas que llenaron estas estancias antes de que las tormentas del siglo XX pasaran por aquí.

El pueblo de Galvács acompaña al castillo. Con apenas unos cientos de habitantes, destila una tranquilidad suave y algo desvaída. Si te encantan esos pueblos donde la gente aún charla en la parada del bus o en la tiendita de la esquina, y donde vacas y cabras pastan a su aire junto a los caminos, Galvács es un cambio de ritmo delicioso. La vida aquí —y en el Törley-kastély— transcurre sin prisas, muy lejos del bullicio de otros destinos palaciegos. No hay taquilla ni visitas guiadas: solo el canto de los pájaros, el viento y la luz moteada que cae a través de las hojas.

Según la estación, el entorno del castillo te regala estallidos de flores silvestres o el crujido blando de hojas otoñales bajo los pies. Fotógrafos y artistas se han enamorado de su elegancia melancólica. También los amantes del urbex llegan atraídos por fragmentos del suelo original, trocitos de vidrios de color o barandillas talladas a mano. Si te gusta descubrir lugares que han escapado al barniz comercial, el castillo, tal y como está, es un retrato de decadencia auténtica.

Pero hay esperanza moviéndose en el aire. En la última década, voluntarios y pequeños colectivos de preservación han empezado a hincar el diente a la restauración del Törley-kastély. La idea no es solo devolver la vida a un edificio histórico, sino reavivar la cultura de Galvács y su entorno. De vez en cuando se celebran eventos comunitarios, pequeños conciertos o exposiciones al aire libre en los jardines. No son veladas de gala relucientes, sino encuentros improvisados: vecinos que comparten comida y anécdotas, niños que corretean por el césped, tejiendo recuerdos nuevos en una casa antigua.

Visitar el Törley-kastély es, al final, un acto de curiosidad y quizá un guiño de devoción por los rincones ocultos de Hungría. Ven por la atmósfera y la historia. Quédate a escuchar las huellas tenues que dejaron József Törley y su familia. Aquí la historia no está vallada ni reconstruida: vive a cielo abierto, entre ortigas y yeso caído, esperando a que el sol seque el agua de lluvia en los escalones de piedra y pueda arrancar un nuevo capítulo. Si tus viajes te llevan al condado de Borsod-Abaúj-Zemplén, piérdete un poco, y puede que aterrices en el corazón nostálgico del Törley-kastély.

  • Josef Törley, pionero del “champán” húngaro, fundó la bodega y mandó construir el Castillo Törley en Budafok. Su cava sobrevivió guerras; Ferenc Liszt visitó Budafok, celebrando brindis con espumosos Törley.


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