
Zalaegerszeg no suele ser el primer nombre que aparece cuando soñamos con destinos húngaros, y justo ahí reside su encanto: es una ciudad aún por descubrir, con capas de historias que se reflejan en su corazón. Basta un paseo por la plaza principal para toparte con la imponente Városháza (Ayuntamiento). Es mucho más que un edificio administrativo; es un testimonio de cómo incluso una ciudad pequeña puede ostentar una identidad cívica rica y orgullosa. Si disfrutas de la arquitectura con pinceladas de historia, comunidad e incluso un punto de imprevisibilidad, este Ayuntamiento puede ser tu puerta de entrada para entender de qué va Zalaegerszeg.
A diferencia del deslumbrante Parlamento de Budapest, el Ayuntamiento de Zalaegerszeg tiene una personalidad más cercana, que atrae la mirada con una elegancia medida, no con un barroquismo excesivo. El actual edificio administrativo data de 1952 y representa la unidad más que el derroche. Al subir sus anchas escalinatas, notarás los tonos modernistas que evocan el optimismo de la posguerra, mezclados con un orgullo local que recorre cada centímetro cuadrado de la fachada. Puede parecer pragmático para quienes prefieren las torrecillas de cuento, pero si miras de cerca aparecen sorpresas. El exterior, con sus ventanas ordenadas y su simetría digna, da paso en el interior a un vibrante mosaico de historia local.
Hay algo que cualquier visitante debería notar: no siempre fue así. La profundidad histórica del lugar se remonta mucho antes de que se soñara el Ayuntamiento actual. A finales del siglo XVIII, Zalaegerszeg consolidaba su papel como centro administrativo de la región. Su primer ayuntamiento se levantaba cerca de allí: una construcción mucho más humilde, junto a un mercado bullicioso donde los agricultores descargaban patatas y los panaderos ofrecían hogazas recién hechas. Con el tiempo, la ciudad siguió creciendo; ese impulso exigió sedes administrativas más grandes y ambiciosas. El edificio neoclásico anterior, terminado en 1896, sirvió de telón de fondo para innumerables capítulos de la vida cívica, sobreviviendo guerras, convulsiones sociales y los cambios de fronteras que sacudieron Hungría en el siglo XX. Lamentablemente, no resistió los embates de la modernidad y acabó siendo sustituido por la estructura actual.
La Városháza presente es un signo de la recuperación de Zalaegerszeg tras la guerra. A primera vista puede parecer sencilla, pero esa impresión se deshace en cuanto entras. La gran escalera, el salón central y los sutiles toques decorativos se conjugan para subrayar la mezcla de humildad y ambición de la ciudad. Que su seriedad no te engañe: las salas del consejo han presenciado mucho más que burocracia gris. El edificio late a menudo con la energía de festividades locales, debates públicos e incluso exposiciones de arte. Mientras recorres sus pasillos, quizá te alcance el zumbido de la administración diaria, el tintineo de grupos escolares de visita o el eco de los eventos que desbordan la plaza contigua: aquí, la vida pública y la oficial se entrelazan con mucha más fluidez de la que cabría esperar.
Explorar los alrededores promete tanto como el propio Ayuntamiento. Justo fuera, Dísz tér (la plaza principal) se despliega como un punto de encuentro vibrante, con esculturas modernas, parterres cuidados al detalle y cafés acogedores. Si te pillan allí en una tarde de verano, entenderás cómo la Városháza pasa sin esfuerzo de telón solemne a epicentro comunitario. En los grandes días de la ciudad —festivos nacionales, fiestas locales y conmemoraciones—, la plaza se convierte prácticamente en un salón al aire libre, con música, bailes y conversaciones animadas extendiéndose frente al Ayuntamiento iluminado.
Mantén los ojos abiertos a las visitas guiadas locales, que pueden desvelar muchos de los secretos del edificio: anécdotas sobre líderes de la ciudad, historias de debates y decisiones que cambiaron la región e incluso leyendas que se han entretejido en los muros del Ayuntamiento. El personal suele ser amable con los visitantes curiosos y, a veces, se anima a enseñar una sala especial o un balcón con una vista inesperada del perfil urbano: un panorama generoso que muestra, de un vistazo, la evolución histórica desde el mercado humilde hasta una ciudad húngara moderna y encantadora.
Es fácil atravesar una ciudad buscando solo lo grandioso o lo evidentemente pintoresco, pero el Ayuntamiento de Zalaegerszeg exige una mirada más lenta y atenta. Es un documento vivo de aspiración cívica, necesidades prácticas y heroísmo cotidiano, encarnado no en gestos grandilocuentes sino en el ritmo silencioso de una ciudad que cuida profundamente su pasado y su presente. Así que, la próxima vez que estés en Zalaegerszeg, quédate un rato frente a la Városháza: haz una pausa y déjate arrastrar por el pulso de la vida cívica que moldea discretamente este rincón de Hungría.





