Wenckheim-kastély (Castillo de Wenckheim)

Wenckheim-kastély (Castillo de Wenckheim)
Castillo Wenckheim, Békés: elegante mansión neobarroca del siglo XIX, impresionante parque ajardinado, interiores históricos, visitas guiadas, notable herencia aristocrática y un emblemático referente cultural de Hungría.

El Wenckheim-kastély, en Békés, es de esos lugares que te hacen olvidar el tic-tac del reloj y te arrancan del bullicio diario para llevarte a la magia indómita de la Gran Llanura húngara. Escondido en la tranquila aldea de Szabadkígyós, a un paso de Békéscsaba, este maravilla neorrenacentista tiene ese “no sé qué” que hace que hasta los locales vuelvan una y otra vez. A diferencia de las prisas de los puntos calientes de Budapest, aquí puedes parar, deambular y empaparte de la atmósfera de un castillo que se siente grandioso y, a la vez, cercano—como si pasearas por la casa excéntrica de una familia, más que por un símbolo de poder aristocrático.

La historia del castillo arranca con la prominente familia Wenckheim, un apellido tejido en la aristocracia húngara del siglo XIX. La construcción del edificio principal comenzó en 1875 gracias a la visión ambiciosa del conde Frigyes Wenckheim y su esposa, la condesa Krisztina Wenckheim (nacida Wenckheim). La finca se convirtió pronto en un foco de reuniones elegantes, negociaciones históricas y un auténtico “quién es quién” de la alta sociedad centroeuropea. El arquitecto, Miklós Ybl—probablemente el más célebre de Hungría—vertió una maestría asombrosa en su diseño. Imagina el salto creativo desde sus obras maestras en Budapest hasta este palacio campestre. Dicen que al conde le encantaba sorprender a las visitas: la gran escalera oval, por ejemplo, es tan singular que hasta los más curtidos en castillos se quedan boquiabiertos.

Al cruzar el vestíbulo central, te envuelve una luminosidad delicada, como un recordatorio de que esta residencia se creó para impresionar (y quizá eclipsar a algún rival). La fachada del castillo brilla con tonos arenosos del neorrenacimiento, pero son la gracia de sus cubiertas, los detalles decorativos y el irresistible jardín de invierno lo que te retiene la mirada mientras tu cámara hace lo que puede para seguir el ritmo. Fuera, el vasto parque paisajista inglés parece infinito, con árboles centenarios, senderos serpenteantes y un aire mitad señorial, mitad salvaje y feliz. Es fácil sentir el eco de carruajes y secretos susurrados de generaciones pasadas. Con buen calzado y un pelín de imaginación, puedes buscar los misteriosos leones que parecen custodiar algún rincón oculto de la finca. 🦁

También hay una poesía calma y ligeramente melancólica en el Wenckheim-kastély, la que mejor se siente en las salas silenciosas y poco transitadas. Fíjate en los techos ricamente decorados, donde motivos florales y geométricos se despliegan en colores vivos, insinuando cuán progresiva fue la familia al abrazar la modernidad y el mundo. Con suerte, te toparás con una exposición de arte o un concierto de música clásica: este castillo late no solo en sus muros, sino en la energía creativa de quienes lo visitan hoy. Hasta la biblioteca, con sus estanterías talladas y ese olor a cuero que parece quedarse a vivir, habla de erudición pasada y curiosidad infinita. Casi puedes imaginar a la condesa Krisztina deslizándose por los pasillos, supervisando los preparativos de sus legendarios salones.

Una de las mejores formas de vivir el castillo es salir al exterior, donde el parque prácticamente te suplica que lo explores. Por los senderos boscosos circulan leyendas locales: hay quien habla de túneles secretos y quien asegura que los robles más viejos han visto más intrigas reales que cualquier palacio de Budapest. La antigua orangerie, los establos y otros edificios salpican el paisaje y recuerdan que esto fue algo más que un escaparate: era una finca viva, rebosante de actividad. Muchos visitantes traen su picnic y se quedan mucho después del tour oficial, tumbados bajo esos árboles icónicos o mirando a los ciervos que se asoman al borde del parque.

Y aquí va un secretito local: el Wenckheim-kastély no va solo de pasado. Szabadkígyós y los alrededores te reciben con una calidez muy auténtica: restaurantes rústicos, panaderías adormiladas y tartas caseras con carácter, capaces de plantar cara a las célebres Dobos y Esterházy. La agenda del castillo es deliciosamente impredecible—según cuándo vengas, puedes encontrarte con una feria histórica, una cata de vinos o hasta un rodaje de cine. Sea cual sea la estación o el evento, el tesoro real es cómo el castillo te invita a ralentizar, encontrar tu propio ritmo y seguir las historias entrelazadas de paisaje, arquitectura y alma que lo han convertido en un icono querido de Hungría.

Deja que el mundo se diluya un rato. Si te chiflan la historia, la arquitectura o simplemente necesitas aire fresco y una buena dosis de atmósfera, el Wenckheim-kastély en Békés es de esos pocos lugares donde aún se respira la vieja Europa y, a la vez, hay espacio para que escribas tu propio relato. Apunta un poco más al sur de las rutas turísticas de siempre en Hungría y déjate llevar por la curiosidad. Te espera algo discretamente espectacular.

  • El castillo Wenckheim en Szabadkígyós fue residencia de la familia Wenckheim; lo diseñó el arquitecto Miklós Ybl (1882–85). Miksa Esterházy lo visitaba por sus fastuosas cacerías aristocráticas.


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