
Wenckheim-vadászkastély —o como muchos lo conocen, el Castillo de Caza Wenckheim— reposa en silencio entre bosques frondosos y un paisaje suave cerca de Bélmegyer, un pueblito del condado de Békés. A primera vista, parece escapado de un cuento centroeuropeo, con un encanto que desentona deliciosamente entre las llanuras húngaras. Pero si rascas un poco, descubres que la historia del castillo es tan cautivadora como su arquitectura. Levantado entre 1875 y 1879 para el conde Frigyes Wenckheim y su familia, el conjunto nació como pabellón de caza y refugio privado, y sus muros han sido testigos de un sinfín de cambios, reinvenciones y capítulos históricos.
Paseando hoy por sus terrenos, aún se perciben ecos de la vieja aristocracia. Los Wenckheim fueron una de las grandes familias terratenientes de Hungría, y su gusto por lo elegante y lo funcional está cosido en cada piedra. El edificio es un ejemplo refinado del estilo ecléctico, con toques neobarrocos y románticos. A diferencia de muchos palacios pomposos, el Castillo de Caza Wenckheim tiene algo desarmantemente cercano: es una casa, no solo una sucesión de salas ostentosas. Imagínate al conde y sus invitados, con tweed impecable, saliendo a cazar por los bosques rebosantes de fauna y regresando, en la dorada luz húngara, para charlas animadas en salones acogedores de madera. Al recorrerlo, casi sientes el aroma a cigarros y las risas tintineando por los pasillos.
Uno de los grandes placeres de la visita es cómo te sumerge en el paisaje. El parque que lo abraza, diseñado originalmente por el célebre paisajista alemán Petersen, se extiende unas 20 hectáreas y es tan parte de la identidad del castillo como el propio edificio. Bajo robles y castaños centenarios, entre lagos curvos y praderas algo asilvestradas, entiendes por qué al parque se le llama a veces “el corazón” del conjunto. El castillo y sus tierras han vivido silencios y renacimientos: desde reuniones aristocráticas de preguerra, pasando por etapas más prosaicas (incluso fue escuela o granero), hasta su vida actual como joya preservada con discreción.
Lo que lo hace diferente es su atmósfera tranquila y vivida. A diferencia de otros palacios húngaros más grandes y concurridos, Wenckheim-vadászkastély ofrece una sensación auténtica de retiro. Si te gusta explorar a tu ritmo, agradecerás que aún no lo haya engullido el turismo de masas. Probablemente recorrerás salones bañados de sol y pasearás por los senderos del parque casi en soledad. Tiene esa chispa de descubrimiento difícil de encontrar en otros sitios, como tropezarte con un mundo secreto.
Puede que el edificio te resulte familiar, aunque nunca hayas estado en Bélmegyer. El castillo ha aparecido recientemente como escenario de rodajes internacionales. Los cinéfilos quizá lo reconozcan de algunas escenas de producciones populares, que por un rato lo convirtieron de refugio somnoliento en un bullicioso set de cine. Pero incluso con este toque de fama 🌳, el castillo sigue fiel a sus raíces: un superviviente que ha envejecido con gracia, con una grandeza suavizada por el tiempo y las historias que guardan sus paredes.
Más allá de la arquitectura, la historia y el cine, el Castillo de Caza Wenckheim te invita a bajar el ritmo. Visítalo en primavera para ver el jardín en flor frágil; en otoño para caminar entre un festival de hojas; o quédate un rato en el sosiego, con un libro o una cámara. ¿Con hambre? La región está cosida de pequeñas comunidades rurales muy conectadas con la cocina húngara de siempre; no te pierdas los platos contundentes en los restaurantes de la zona.
Una visita al Castillo de Caza Wenckheim en Bélmegyer es como entrar en un mundo perdido, donde caben el romanticismo, la naturaleza y la nostalgia. No hay nada impostado ni grandilocuente: solo una casa bellísima con alma antigua, en pie entre árboles veteranos, esperando a que la descubras.





