
La zsinagóga de la calle Dessewffy, escondida a un paso del bullicioso corazón de Budapest, es a la vez joyita secreta y testimonio vivo de la compleja historia judía de la ciudad. Mientras la mayoría corre a la majestuosa sinagoga de la calle Dohány o a la señorial Rumbach, basta girar hacia la calle Dessewffy para descubrir otra cara del Budapest judío: íntima, comunitaria y elegantemente sobria. Construida en 1887 por el arquitecto Miksa Gropius, refleja las aspiraciones de finales del siglo XIX: una casa de oración moderna y versátil para una congregación que buscaba equilibrar su fe con una nueva identidad urbana en plena efervescencia.
Al acercarte al edificio, sorprende su fachada discreta, casi resguardada. La entrada parece protegida del ritmo y el brillo del centro de Pest. Pero al cruzar el umbral, las sorpresas se multiplican. A diferencia de los grandes templos vecinos, la sinagoga de la calle Dessewffy irradia calidez y cercanía, creando lazos reales dentro de la comunidad. Su interior mezcla influencias románicas y moriscas: arcos de medio punto, vidrieras delicadas, colores sobrios con destellos dorados. Rinde homenajes sutiles a las grandes sinagogas de Europa, pero a escala humana, pensada para una congregación pequeña. El efecto es encantador y profundamente personal: fieles y visitantes se reúnen alrededor de la bimá original, el púlpito, sin sentirse empequeñecidos por techos abismales.
Lo que de verdad distingue a Dessewffy es su historia de adaptación y resistencia. La abrió la Pesti Izraelita Hitközség —la Congregación Israelita de Pest— en pleno crecimiento de la comunidad judía de Budapest, empeñada en integrarse sin renunciar a la tradición. El edificio fue tanto centro religioso como punto de encuentro social para la pujante clase media judía. En los días más oscuros del siglo XX, especialmente durante la Segunda Guerra Mundial, la congregación sufrió pérdidas inimaginables. Sin embargo, a diferencia de muchas sinagogas europeas, Dessewffy evitó la destrucción total. Tras la guerra, pese a las presiones políticas y los cambios demográficos, siguió en funcionamiento, un eco de la perseverancia del judaísmo budapestino.
Hoy, lo que hace la visita especialmente gratificante es la vida que sigue latiendo entre sus muros. La sinagoga alberga una activa —aunque modesta— congregación judía neóloga, la adaptación húngara del judaísmo reformista. Los oficios resuenan con rezos y cantos en hebreo, y en las grandes festividades las salas se llenan de risas, historias y aromas de comida tradicional. El espíritu es abierto y acogedor. Si coincides con un Shabat o una fiesta importante, quizá te inviten a compartir una comida comunitaria o a charlar con feligreses cuyas familias llevan generaciones aquí.
Aunque la zsinagóga de la calle Dessewffy sea menos ostentosa que sus hermanas monumentales, es un microcosmos de la deslumbrante diversidad de Budapest: un lugar donde pasado y presente se entrelazan con gracia. Organiza con regularidad visitas guiadas, actividades educativas e incluso pequeños conciertos que aprovechan su acústica sorprendentemente hermosa. No te pierdas las placas conmemorativas junto a la entrada, grabadas con nombres ligados a la trágica historia judía húngara del siglo XX, ni la esmerada restauración que mantiene intacto su encanto original.
Visitar la zsinagóga de la calle Dessewffy no va solo de admirar arquitectura o aprender historia; va de experimentar la continuidad y la comunidad en acción. Ya seas una exploradora empedernida del patrimonio judío o simplemente busques algo más sereno y vecinal que el turismo de postal, esta pequeña sinagoga abre su historia —y quizá también un hueco en su mesa— a todo el que cruza sus puertas.





