
Dreher Sörmúzeum quizá no sea el lugar más famoso de tu ruta por Budapest, pero para quienes aman la historia, las buenas historias y, por supuesto, la rubia dorada, es una visita imprescindible. Enclavado dentro del complejo en funcionamiento de la cervecera Dreher, en Kőbánya, este museo único te lleva de viaje por la tradición cervecera húngara y, de paso, por retazos de la historia industrial e incluso social de la ciudad. Olvídate de instalaciones pulidas y domesticadas por el marketing: aquí todo es auténtico, con aroma a malta y un puntito de herrumbre industrial flotando en el aire.
Para empezar, los orígenes de la dinastía Dreher son de película. Anton Dreher, pionero cervecero, llegó a Budapest a finales de la década de 1860. En 1862 compró la cervecería de Kőbánya y revolucionó la cultura cervecera del país. Inspirado por el método vienés, introdujo su característica lager pálida en una Hungría acostumbrada sobre todo a cervezas oscuras. Kőbánya, con sus profundas cuevas de piedra caliza y abundantes aguas de manantial, resultó ser el lugar ideal para la maduración en frío. Esas mismas galerías, excavadas a mano en el siglo XIX, se pueden visitar hoy: un momentazo para quienes disfrutan de sentir las capas de historia bajo sus pies.
Dentro del Museo de la Cerveza Dreher no paseas por pasillos asépticos llenos de pantallas e infografías corporativas. Te espera, en cambio, una mezcla táctil y fascinante de piezas raras: viejas cubas de madera ahumadas y cuarteadas por el tiempo, grifos de latón y jarras de cerámica golpeadas, con el emblema de Dreher. Carteles y fotografías desde el siglo XIX hasta mediados del XX retratan altibajos, vaivenes políticos y momentos de celebración y resiliencia. Se entiende que la cerveza aquí fue mucho más que una bebida: se entretejió con los ritmos de la vida diaria, las reuniones públicas e incluso el movimiento obrero. Las historias de los propios trabajadores—familias enteras empleadas durante generaciones—cobran vida a través de sus herramientas sencillas, uniformes y hasta cartas manuscritas expuestas entre botellas y tarros.
Las visitas suelen recorrer no solo las salas del museo, sino también partes de la antigua fábrica. Ver los atronadores calderos de cobre, el entramado infinito de tuberías y las monumentales máquinas de embotellado y capsulado aterriza todo el proceso cervecero en una realidad vibrante y ruidosa. Para los curiosos, los guías se explayan: cómo se seleccionaban las cepas de levadura, por qué el agua mineral de Kőbánya es tan apreciada y cómo la Segunda Guerra Mundial y la era comunista cambiaron la propiedad y el día a día de la planta. Pregunta sin miedo: muchos empleados tienen raíces en la cervecera y comparten a gusto anécdotas y recuerdos que no salen en las guías.
Para mucha gente, el momento cumbre es la sala de cata al final del recorrido: un refugio acogedor, revestido de madera, donde por fin se sirven los frutos de tanto oficio e historia. Aquí se prueban lagers Dreher tiradas frescas, bien frías; las catas comparan la receta clásica con ediciones de temporada y especialidades difíciles de encontrar fuera de Hungría. Cada sorbo sabe más cuando caes en que estás encima de las bodegas donde el propio Dreher afinó su técnica. Igual hasta haces nuevas amistades—no es raro que la gente se quede un buen rato, cambiando historias con locales frente a un vaso espumoso.
Si tu camino te lleva a Budapest y buscas algo fuera de lo típico—algo que huela de verdad a historia de la ciudad y te asome al corazón de la cerveza húngara—es difícil superar una visita al Dreher Sörmúzeum. Este lugar celebra no solo la birra, sino la ingeniosidad, la resiliencia y esas historias a veces olvidadas que viven en bodegas ahumadas y calderos de cobre curtidos. Puede que llegues como turista, pero es muy probable que te vayas con la satisfacción tranquila de haber tocado un legado vivo, pinta a pinta.





