Fellegvár (Castillo de la Ciudadela)

Fellegvár (Castillo de la Ciudadela)
Guía de Fellegvár, la Ciudadela de Visegrád: historia húngara, vistas al Recodo del Danubio, castillo medieval, exposiciones, museo de cera y rutas de senderismo. Visita imprescindible cerca de Budapest.

Fellegvár, también conocido como el Castillo de la Ciudadela de Visegrád, se alza sobre una cresta rocosa dominando un tramo majestuoso del Danubio, en el norte de Hungría. Si buscas algo más épico que unas ruinas medievales al uso, aquí empieza la emoción: muros de piedra, intrigas reales y un panorama tan amplio que te replanteas el salvapantallas. La subida te acelera el pulso (las piernas y la anticipación), pero cuando te giras y contemplas el río serpenteante y el tapiz verde a tus pies, entiendes de golpe por qué reyes, invasores, caminantes y excursionistas llevan siglos llegando justo a este lugar.

Los orígenes del castillo se remontan a la resaca de la devastadora invasión mongola de 1241-1242, cuando el rey Béla IV comprendió que los muros de piedra ganan por goleada a la madera. Decidido a no volver a ser sorprendido, empezó a levantar fortalezas en las colinas por todo el reino, y la ubicación estratégica de Fellegvár tuvo sentido durante siglos. El actual castillo alto tomó forma a mediados del siglo XIII y su importancia creció aún más cuando Károly I de Hungría (Carlos Roberto) hizo de Visegrád su sede real en 1323. Sí: hablamos de emperadores maquinando bajo bóvedas de piedra y de la Santa Corona de Hungría brillando dentro de estos muros durante años.

Lo maravilloso de Fellegvár son sus capas, y no solo las almenas literales, sino la atmósfera. No es uno de esos castillos impecables que parecen un set de cine; aquí te esperan torres curtidas, saeteras y pasarelas reconstruidas que premian a los curiosos. Casi oyes el eco de las botas acorazadas, la urgencia de los vigías rastreando el horizonte y —en días grises y brumosos— no sería raro que un rey medieval asomara tras un arco derruido murmurando sobre crisis diplomáticas. Con los años vigiló durante las conquistas otomanas, fue escenario de intrigas cortesanas en fiestas renacentistas y soportó siglos de turbulencias, incluido el golpe devastador de 1685 que lo dejó en ruina pintoresca.

Pero Fellegvár no es solo pasado remoto. Hoy el castillo acoge exposiciones para tocar la historia con las manos, desde demostraciones de armas y armaduras hasta maquetas que ayudan a imaginar los pisos y salones desaparecidos. Incluso hay un célebre museo de cera que recrea escenas y personajes clave de la historia húngara: en una sala conocerás al propio Károly I y en otra a los enviados de reinos lejanos visitando la que fue una brillante corte real. Los peques (y los que nos sentimos así) pueden tropezar con torneos de caballeros en verano, con combates de espada y cetrería que mantienen viva la leyenda de Fellegvár como entonces.

Aun así, quizá la verdadera gloria de Fellegvár sea su entorno. Aunque no te tire la historia ni seas fan de los castillos, hay magia en pararte aquí, con la piedra bajo las manos y el aire en el pelo. La panorámica, con el Recodo del Danubio curvándose allá abajo, no se parece a nada más: con cualquier tiempo resulta igual de hipnótica. En otoño, los bosques arden en colores; en verano, el río brilla como una cinta de plata y puede que escuches de lejos el zumbido de las barcas sorteando islotes. Si subes con un picnic, puedes imaginarte como un cortesano del siglo XIV de retiro real. O simplemente respira hondo y piensa en todas las generaciones que se detuvieron aquí, atraídas por el mismo paisaje.

La llegada a Fellegvár suma otro capítulo a la visita. Puedes subir desde el pueblo de Visegrád por bosques tranquilos y frondosos, con cada paso susurrando historias que han visto estas piedras. Si prefieres algo más relajado, hay carretera para vehículos (y tren turístico en temporada alta), pero créeme: ganarte ese primer vistazo de la fortaleza tras una buena caminata sienta de maravilla. Para cuando cruces la puerta, ya estás en sintonía con lo grandioso.

En resumen, Fellegvár es mucho más que murallas y cartelas de museo. Es un lugar donde la historia, el mito y la naturaleza salvaje de Hungría se funden en un escenario que resuena a través de los siglos. Tanto si te entusiasma la realeza, vienes a por la foto perfecta o buscas una escapada vigorizante sobre el Danubio, date tiempo para pasear, maravillarte y respirar siglos de historia en lo alto de la icónica ciudadela de Visegrád.

  • En el Fellegvár de Deva, el arqueólogo y escritor húngaro Ferenc Móra investigó hallazgos dacios; luego narró sus excavaciones en crónicas que acercaron la ciudadela al gran público.


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