
Hay algo profundamente encantador en recorrer los senderos del Fővárosi Állat- és Növénykert, más conocido en inglés como el Budapest Zoo and Botanical Garden. Enclavado en pleno Városliget (el Parque de la Ciudad), ofrece esa combinación rara: un archivo vivo de especies salvajes y un jardín botánico histórico, todo enmarcado por una arquitectura preciosa de principios del siglo XX. Para quien esté conociendo Budapest, es un lugar que cuenta muchas historias a la vez: animales, arquitectura y personas.
El zoo presume de ser uno de los más antiguos del mundo, con puertas abiertas por primera vez en 1866. Su creación nació del entusiasmo de naturalistas y ciudadanos locales, con János Xántus—zoologo y etnógrafo influyente—como primer director. Al pasear, verás edificios que te transportan en el tiempo, especialmente la maravillosa entrada principal de 1912 y la casa de elefantes Art Nouveau del arquitecto Kornél Neuschloss. Galerías y cúpulas están pintadas con motivos de animales, hojas y enredaderas, fusionando el arte con el pulso salvaje del propio zoo.
Pero la historia es solo el telón de fondo de lo que, en el fondo, es un santuario vivo. El zoo alberga más de 1.000 especies animales, prácticamente de todos los continentes. Ya sea que te pares a mirar a los flamencos, radiantes y acicalándose, o a reír con las suricatas siempre en guardia, hay una sensación constante de movimiento y sorpresa. Imperdible: el grupo de orangutanes, con sus caras dulces y gestos teatrales. La nueva zona de sabana facilita admirar jirafas y cebras en un hábitat que emula la naturaleza africana, y las travesuras de focas y leones marinos en la hora de la comida siempre conquistan al público.
Mientras tanto, el jardín botánico marca su propio ritmo sereno. Además de acoger más de 2.000 especies vegetales, es refugio de flora húngara autóctona y de curiosidades exóticas raras. Organizado de forma laxa en jardines temáticos, puedes tropezarte con nenúfares gigantes del Amazonas o delicadas flores alpinas. Según la estación, el jardín cambia de colores y aromas: cerezos en primavera, rosas fragantes al llegar el verano, y un estallido de hojas otoñales en otoño. Escondido entre el verdor, olvidas que el corazón palpitante de la ciudad está a dos pasos.
Aquí hay un compromiso precioso con la educación, muy en la línea de la visión de János Xántus. Programas interactivos para peques se reparten por todo el recinto, desde la granja de contacto hasta talleres prácticos dentro de la “Montaña Mágica”, uno de esos caprichosos edificios Art Nouveau. Y si te encantan las historias que laten bajo la superficie, dedica un rato a las lecciones de guerra y supervivencia. El zoo sufrió daños inmensos durante la Segunda Guerra Mundial, con apenas un puñado de animales que resistieron; su resurgir como un fénix hace que la colección viva de hoy sea aún más extraordinaria.
La experiencia del Fővárosi Állat- és Növénykert es mucho más que una lista de animales raros o plantas bonitas; es una inmersión en la historia y la creatividad de la propia Budapest. La mezcla de familias, escolares y viajeras curiosas le da una vibración genuina al lugar—y a la sombra de árboles centenarios, con el rugido de un león nunca demasiado lejos, es facilísimo volverse a enamorar de la ciudad.





