Hochburg–Lamberg-kastély (Castillo de Hochburg–Lamberg)

Hochburg–Lamberg-kastély (Castillo de Hochburg–Lamberg)
Castillo Hochburg–Lamberg, Bodajk: residencia barroca del siglo XVIII conocida por su arquitectura histórica, interiores suntuosos, jardines paisajísticos y exposiciones culturales en la Hungría rural.

El castillo Hochburg–Lamberg se esconde en silencio en el pequeño pueblo de Bodajk, a menos de una hora en coche desde Budapest, y aun así sigue fuera del radar turístico principal. A diferencia de los castillos abarrotados que salpican la capital húngara, esta elegante finca ha conservado su tranquilidad. Pasear por sus terrenos no es solo retroceder en el tiempo: es caer de lleno en otro mundo, donde las historias de ambición, reinvención arquitectónica y fortunas cambiantes resuenan en la grandeza desvaída de los muros de piedra y el estuco desconchado.

Sus orígenes se remontan al siglo XVIII, cuando el conde Hochburg puso sus ojos en las suaves colinas del condado de Fejér. En 1754 comenzó la construcción de una mansión barroca que reflejaba los gustos y aspiraciones de la época. Opulenta y práctica a la vez, fue concebida como retiro campestre, símbolo de estatus y corazón de una hacienda en funcionamiento. La distribución se pensó con mimo: la residencia principal, de líneas elegantes y rica ornamentación, acompañada de edificaciones agrícolas y jardines diseñados. Casi puedes imaginar las carrozas de los aristócratas crujiendo sobre la grava, y a los criados con librea deslizándose en una procesión de sedas y susurros.

Pero la historia del castillo no se congela en el siglo XVIII como una foto sepia. El destino, caprichoso, le repartió una mano compleja. A principios del XIX la propiedad pasó a la familia Lamberg, cuyo apellido acompaña hoy al de los fundadores. Bajo los Lamberg, la finca floreció. Renovaron los interiores siguiendo el gusto neoclásico, añadieron frescos, delicados estucos ornamentales y un confort más refinado. Se decía que eran grandes mecenas; cuentan las crónicas familiares (y algún que otro chisme local) que sus salones atraían músicos, escritores y viajeros notables de toda la región.

A pesar de su linaje regio, el castillo siempre mantuvo un pie en la vida cotidiana. Al explorar la finca, verás huellas de su lado práctico: viejos graneros, caballerizas y bodegas escondidos tras los jardines ornamentales. Durante décadas fue también un centro para la comunidad local, acogiendo no solo bailes y banquetes, sino también actos benéficos. En el siglo XX, como tantas mansiones rurales húngaras, atravesó tiempos difíciles. Guerras, convulsiones sociales y vaivenes políticos dejaron marca. En varias etapas fue reutilizado, parcelado o simplemente abandonado. Y, sin embargo, esas cicatrices le suman capas a su relato: recuerdan que, bajo el romanticismo, hay un lugar moldeado por hechos reales y por la vida de personas reales.

Hoy, los trabajos de restauración han devuelto aliento a buena parte del Hochburg–Lamberg-kastély. No brilla como otros castillos famosos —piensa menos en Versalles y más en una anciana ilustre, orgullosa de sus arrugas— y es precisamente esa autenticidad lo que hace la visita inolvidable. Los frescos originales de los techos, atenuados pero aún vívidos, te invitan a mirar arriba e imaginar el pasado dorado. El parque que rodea el castillo es perfecto para paseos sin prisa, ya sea que te interesen árboles singulares, antiguas fuentes cubiertas de musgo o, simplemente, un respiro del ritmo moderno.

Si sigues caminando, el pueblo de Bodajk también sorprende. Conocido por su cercano santuario de peregrinación, atrae a quienes buscan paz espiritual, mientras que la silueta señorial del castillo ofrece un contrapunto secular: una invitación a la reflexión, la curiosidad y un poco de ensoñación. Ese diálogo entre lo sagrado y lo profano siempre ha formado parte del mosaico rural húngaro, y aquí, en Bodajk, se siente con solo recorrer la corta distancia desde el santuario mariano hasta las puertas del castillo.

Si te gusta descifrar capas de historia y relatos poco contados, el Hochburg–Lamberg-kastély es un libro abierto. Sin multitudes ni ruido, apetece quedarse. Lleva cámara, pero sobre todo, lleva imaginación. Los salones están más callados hoy, pero si afinas el oído, quizá escuches los ecos lejanos de un vals, el taconeo sobre mármol o la risa discreta de quienes dejaron su historia prendida en cada piedra. Discreto, digno y bellamente melancólico, el castillo es testimonio de la resiliencia húngara y del poder perdurable de los lugares.

  • NADA


Lugares para alojarse cerca Hochburg–Lamberg-kastély (Castillo de Hochburg–Lamberg)




Qué ver cerca Hochburg–Lamberg-kastély (Castillo de Hochburg–Lamberg)

Azul marcadores indican programas, Rojo marcadores indican lugares.


Recientes