
József Attila Gimnázium se esconde en pleno corazón de Budapest, un rincón donde la historia, la educación y el sabor local se entrelazan de una forma que no esperarías de un instituto cualquiera. No verás su nombre en neones ni hordas de turistas con cámara, pero si te tira la curiosidad, aquí hay un tesoro local que merece la pena descubrir. Plantada frente a su fachada monumental, sientes que tras esos muros han vivido mil relatos: literatura, ciencia, ambición juvenil y el pulso constante de la educación húngara.
¿Qué hace especial al József Attila Gimnázium? Para empezar, lleva el nombre de József Attila, un gigante de la literatura húngara. Nacido en 1905 y fallecido demasiado pronto en 1937, es venerado como uno de los grandes poetas del país, capaz de atrapar en sus versos la turbulencia y la ternura del convulso siglo XX. Entras al instituto y enseguida notas que su legado no es solo un rótulo en la puerta: su espíritu vive en las clases de literatura, en lecturas de poesía y en guiños arquitectónicos repartidos por el edificio. Para quienes amamos la cultura, ver cómo se educan las nuevas generaciones bajo su nombre es revelador e inspirador. La escuela, además, también nació en 1905 (¡el mismo año que el poeta!), así que es una centenaria que se mantiene joven gracias a la energía y los sueños de cada promoción.
A nivel arquitectónico, el edificio principal mezcla el brío austrohúngaro con reconstrucciones del siglo XX. Si alzas la vista hacia los techos ornamentados o paseas por los pasillos bañados de luz natural, percibes ese juego sutil entre lo antiguo y lo actual. El gimnasio, las bibliotecas y los jardines cuidados con mimo laten al ritmo del día a día escolar: timbres que marcan los cambios de clase, corrillos de estudiantes entre risas o confidencias, y un aire cargado de nostalgia bonita. A lo largo de las décadas, esta escuela ha atravesado guerras, cambios de régimen y sacudidas culturales, y sigue en pie, con sus ventanas asomadas a una ciudad moldeada por incontables épocas. No es un museo: es un actor vivo en la historia de Budapest.
Lo más atractivo para las viajeras y viajeros es lo accesible que resulta. En ciertos días, guías locales o exalumnos entusiastas abren las puertas del vestíbulo principal, a veces coincidiendo con festivales, jornadas de puertas abiertas o eventos literarios dedicados —cómo no— a József Attila. Puede que te cruces con estudiantes ensayando una obra, recitando poemas o preparando un debate en aulas adornadas con retratos y fotos históricas. La atmósfera combina tradición con un presente vibrante; casi puedes sentir cómo la historia se escribe en cada discusión encendida o experimento en los laboratorios. Y si tienes suerte, quizá coincidas con la celebración anual de abril, cuando alumnado y profesorado honran a Attila con lecturas, música y un orgullo que se palpa.
Remata la visita con un paseo sin prisas por el barrio de Ferencváros. Es una zona que, igual que el gimnázium, recompensa a quien explora. Panaderías artesanas, cafeterías independientes y paseos arbolados ponen el telón perfecto. Parada frente a las verjas del József Attila Gimnázium, entiendes por qué tantas exalumnas y exalumnos hablan de su alma máter con tanto cariño. Este lugar no es solo un centro educativo: es un mosaico vivo de vida local, recuerdos y la huella perdurable de uno de los grandes poetas de Hungría. Incluso si vas de paso, es de esos sitios que te invitan a bajar el ritmo, imaginar los capítulos que aquí se han vivido y apreciar la resiliencia y la energía que empujan el futuro de la ciudad.





