
La Laszkári-kúria, en el apacible pueblo de Romhány, es uno de esos lugares discretamente bellos que se mantienen un paso al margen de las rutas turísticas más trilladas. Esta mansión del siglo XVIII se esconde entre los pliegues verdes del condado de Nógrád y, aunque no verás autocares de visitantes, lo que sí encontrarás es una cápsula del tiempo amable y serena. Al acercarte por la carretera del pueblo, es fácil imaginar aquellos días en que la nobleza húngara usaba sus retiros campestres como refugios frente a los vaivenes de la vida urbana. Esta mansión la levantó la familia Laszkári, una estirpe local con raíces profundas en la región. No es un palacio al estilo grandilocuente de los Habsburgo, y justo ahí reside su encanto sobrio.
Su arquitectura habla de una época en la que el gusto barroco se mezclaba con la sensibilidad rural húngara. No hay dorados ostentosos, pero sí simetría y colores pálidos que insinúan una elegancia contenida. Terminada a finales del 1700, ha sido testigo de siglos de cambios en la fortuna del lugar. La propia familia Laszkári participó —y padeció— tiempos turbulentos: guerras, fronteras que se movían y la gestación de una identidad húngara muy suya. Al levantar la vista hacia el frontón sobre la entrada, una recuerda a quienes llegaban en carruajes, cruzando bajo ese mismo escudo hacia un mundo de velas y conversación. Dentro, las estancias son modestas pero acogedoras, con muros gruesos que protegen tanto del calor del verano como del frío del invierno. Aunque gran parte del mobiliario original desapareció —hoy sustituido por muestras de la vida local—, persiste una sensación palpable de hogar vivido, más que de museo.
Una de las mejores cosas de la Laszkári-kúria es cómo se entrelaza con la historia más amplia de Romhány y su papel en el pasado húngaro. Paseando por sus salas, recuerdas que por aquí pasaron desde incursiones otomanas hasta los ecos de la Revolución de 1848. De hecho, en los terrenos, estás muy cerca de donde se libró la Batalla de Romhány en 1710, un momento clave en la guerra de independencia liderada por Ferenc II Rákóczi. Imagina por un instante el retumbar de los cascos y la inquietud de los vecinos y del servicio de la mansión mientras el destino de Hungría se decidía. Más tarde, con el siglo XIX y el XX, la mansión se adaptó a los tiempos. Se cuentan historias —a medias recordadas, quizá un poco románticas— de tertulias intelectuales, banquetes familiares y reuniones discretas en épocas más represivas.
Hoy, la Laszkári-kúria funciona como un pequeño museo local y como punto de referencia cultural para la zona. El edificio reúne objetos que cuentan no solo la historia de los Laszkári, sino la del propio Romhány: herramientas de oficios del campo, textiles bordados que las mujeres tejían durante los inviernos fríos, y fotografías en blanco y negro que revelan un mundo distinto. De sala en sala, sientes que cada rincón ha visto cambios —lentos y repentinos—. Aunque no hables húngaro, los objetos hablan por sí solos. El olor a madera antigua, el haz de luz que atraviesa los postigos y la campana lejana de la iglesia del pueblo crean una experiencia silenciosa e inmersiva.
El propio Romhány invita al paseo. El paisaje circundante es frondoso, salpicado de pequeñas granjas, y a inicios del verano los prados huelen a verde recién nacido. Más allá de la mansión, puedes caminar por caminos rurales bordeados de nogales y castaños vetustos. La visita no te ocupará todo el día —la mansión no es grande—, pero el tiempo parece aflojar el paso allí. Siéntate un rato en un banco del jardín: es el lugar perfecto para escuchar a los pájaros o simplemente contemplar la marea de historia que ha pasado por esta comarca.
En un mundo que a veces se obsesiona con la grandeza y el espectáculo, la Laszkári-kúria te recuerda el valor de los detalles: el grosor de una puerta de madera vieja, un blasón desvaído, la luz atrapándose en un azulejo pintado a mano. Si te apetece una conexión más auténtica con el pasado de Hungría —una historia contada no por reyes o generales, sino por aldeas y nobles que moldearon la vida local durante siglos—, la mansión Laszkári en Romhány puede convertirse en uno de tus grandes hallazgos de viaje. Aquí, la historia no solo se conserva: respira en silencio.





