
Mai Manó Ház se alza discretamente en la calle Nagymező, en pleno corazón de Budapest, fácil de pasar por alto si no vas atenta a su delicada fachada art nouveau. Pero dentro de esta imponente casa de ocho plantas, la historia y la poesía visual se entrelazan, contando la evolución de la fotografía húngara con una cercanía que se siente íntima y atemporal. Mucho antes de llamarse Magyar Fotográfusok Háza—La Casa de los Fotógrafos Húngaros—este edificio ya era un santuario para la fotografía, construido a propósito en 1894 por Mai Manó, uno de los fotógrafos de corte más respetados de Budapest.
Al cruzar la puerta, te envuelve una nostalgia atmosférica: una elegante escalera de madera se enrosca hacia arriba, las paredes lucen cristales con décadas a sus espaldas y casi parece flotar, desde la memoria, un leve aroma a químicos de revelado. Mai Manó concibió la casa no solo como vivienda, sino también como estudio: los clientes subían para hacerse retratos en invernaderos inundados de luz natural gracias a un ingenioso techo de cristal. Su atención por la belleza se aprecia en cada detalle, desde los mosaicos hasta las barandillas talladas. Hoy, muchas de estas salas históricas pueden recorrerse, apenas cambiadas desde finales del siglo XIX. Hay un cosquilleo al plantarte donde posaba la alta sociedad budapestina, rodeada del mismo ambiente que inspiró a fotógrafos de hace más de un siglo.
Más que un museo, Mai Manó Ház funciona como un vibrante centro cultural para la escena fotográfica de Budapest. Sus exposiciones temporales presentan tesoros de la sólida tradición húngara junto a obras de artistas internacionales. Ya sea una retrospectiva de nombres icónicos como André Kertész o una audaz muestra colectiva contemporánea, la curaduría siempre resulta sugerente y con gusto exquisito. Incluso el propio edificio es un artefacto vivo, testimonio de una época en la que la fotografía era a la vez arte y tecnología puntera. Para quien sienta curiosidad por la evolución del medio, la visita ofrece una mirada honesta a cómo se desarrolló en Europa Central y a las personas que forjaron su legado.
En las plantas bajas, la librería de Mai Manó es de esos lugares donde apetece perderse. Rebosante de fotolibros, fanzines y catálogos raros, no es raro escuchar debates apasionados entre jóvenes budapestinos y coleccionistas veteranos. El equipo transmite entusiasmo genuino: te recomienda hallazgos, comparte historias de fotógrafos locales. Justo al lado, una cafetería encantadora invita a bajar el ritmo: cappuccino en mano, luz entrando por ventanales enormes, la calle como película y tu nueva adquisición sobre la mesa. Para familias viajeras, curiosas y cualquiera que busque un instante de inspiración, el ambiente es acogedor, nunca intimidante.
Otro de sus encantos, quizá menos evidente, es su compromiso con la fotografía contemporánea. Talleres, charlas, revisiones de porfolio e instalaciones experimentales mantienen un flujo constante de energía creativa. Se difuminan las fronteras entre observar y participar: las visitas se integran en la historia viva de la fotografía húngara. Y en cada rincón resuena la misión original de Mai Manó: hacer sitio a la fotografía, como oficio y como arte.
Así que, si estás planeando tiempo en Budapest y te apetece algo un pelín fuera de lo previsible, déjate caer por Mai Manó Ház. Seas fotógrafa empedernida, amante de la arquitectura de otros tiempos o simplemente curiosa por el pulso artístico de la ciudad, cada visita se siente como un encuentro nuevo con la creatividad budapestina. Aquí no solo miras fotografías: habitas, por un instante, el mundo donde nacieron.





