
Magyar Királyi Állami Főgimnázium es de esos lugares que te conquistan sin hacer ruido, justo cuando caes en la cuenta de cuánta historia late entre sus paredes. No esperes una fachada glamurosa ni artificios; aquí lo que encuentras es una dosis auténtica del pasado educativo y arquitectónico de Hungría, un relato que se remonta mucho antes de la era de los smartphones y los selfies. Cruzas la entrada y, de golpe, entras en un mundo donde la ambición académica y el peso de la historia se mezclan con encanto y sorpresas.
Si te flipa la arquitectura, el edificio en sí ya justifica el viaje. Levantado en 1893, en plena efervescencia cultural húngara de finales del XIX, este instituto es un ejemplo magnífico del historicismo. Desde las ventanas finamente ornamentadas hasta las escaleras monumentales por donde han pasado generaciones de alumnos, cada cornisa y cada columna te susurra trocitos de su historia. Plantada en pleno corazón de la ciudad vieja, cuesta no imaginar a los arquitectos y constructores —cuyos nombres a veces se pierden en el tiempo— volcando su talento y creatividad en la escuela. La ciudad, Szeged, lleva mucho siendo un faro de academia y artes, y el főgimnázium es uno de los pilares de ese legado.
Más que un mero contenedor, el papel de la escuela en la vida de sus antiguos alumnos es emocionante y cercano. A lo largo de la turbulenta historia que moldeó la Hungría moderna —desde los días del Imperio austrohúngaro, pasando por las dos guerras mundiales y el periodo socialista— este instituto siguió adelante, formando a jóvenes húngaros. Entre sus estudiantes más célebres está Attila József, el poeta cuyas versos siguen calando hondo en el país, y muchísimos más que acabaron influyendo en la literatura, la política y la ciencia. De pie en sus antiguas aulas o paseando por los pasillos, no te extrañe verte imaginando al joven Attila garabateando versos en una mañana gris, o a un grupo de colegas debatiendo filosofía bajo la mirada atenta de sus profesores.
Sí, muchas escuelas europeas presumen de alumni ilustres, pero en el Magyar Királyi Állami Főgimnázium hay una presencia especial que tiende un puente entre pasado y presente. Se sienten las discusiones encendidas, la emoción del reto académico, el pellizco dulce y amargo de las despedidas que resuena bajo sus techos altos. Quienes lo visitan suelen comentar lo tangible que resultan las historias, ya sea por el mobiliario de época, las pizarras con la huella desvaída de lecciones antiguas o el sonido delicado de un piano escapándose de alguna sala de actos.
Lo que casi nadie espera es que la escuela también regale una lección potente sobre la resiliencia de la educación. Pese a guerras, fronteras que cambian, vaivenes políticos y transformaciones sociales, esta institución mantuvo encendida la llama del aprendizaje y el crecimiento personal. Seas de espíritu académico o simplemente te guste ver cómo los ritmos del pasado siguen colándose en rincones inesperados, el Magyar Királyi Állami Főgimnázium ofrece una ventana íntima y discreta al alma de Hungría.
La próxima vez que pases por Szeged, no te limites a bordear este viejo instituto. Para, mira su fachada atemporal y, si puedes, cruza sus puertas. Deja que las voces de antiguos alumnos —soñadores, pensadores, poetas— te recuerden que la educación de verdad, y los espacios que la cuidan, nunca pasan de moda.





