
Si te seduce aunque sea un poquito la idea de pasear por un mundo en miniatura, donde el skyline de Budapest cabe de un vistazo, Miniversum es un pequeño parque de atracciones para los curiosos. A un par de minutos del corazón histórico de la ciudad, cruzas la puerta y te encuentras mirando desde arriba ciudades bulliciosas, líneas de tren que se enroscan, bosquecitos y personitas diminutas, todo hecho a mano con un mimo alucinante. Es de esos sitios donde descubres una pareja en mini picnic en el parque o una brigada de bomberos apagando un incendio (controladísimo) a escala, convirtiendo el simple acto de mirar en una aventura de hallazgos.
El nivel de detalle es casi obsesivo, mérito del alma creativa de Attila Tury y su equipo, que inauguraron Miniversum en 2014. No se limitaron a juntar maquetas chulas: construyeron un paisaje interconectado e interactivo que captura no solo la apariencia, sino la personalidad de la Hungría real, además de trocitos de Alemania y Austria. El amor por lo local se nota en cada adoquín y cada tejado, desde iconos budapestinos como la Basílica de San Esteban y el Parlamento, hasta pueblecitos alpinos y los castillos emblemáticos al sur de Viena. Vienen visitantes de todas las edades buscando nostalgia o pura curiosidad, pero cualquiera con ojo detallista se queda mucho más de lo previsto, hipnotizado por las capas de ingenio escondidas en cada centímetro cuadrado.
Una de las gracias de Miniversum es lo interactivo que resulta. A cada paso hay botones y palancas pidiendo ser pulsados. ¿Eres de las que no puede resistirse a ver qué pasa si aprieta un botón misterioso? Adelante: de repente un tranvía diminuto sale del depósito, o los operarios de la acería en miniatura se ponen manos a la obra. No es solo apretar y mirar: todo está impregnado de un juego travieso, de esa alegría infantil que te atrapa sin darte cuenta, y hasta los más serios acaban contagiados por la magia. Al contrario que en otras exposiciones de maquetas, aquí te animan a fijarte de cerca, a buscar las sorpresas escondidas y a interactuar con el mundo, no solo a observar en silencio.
Las frikis de la historia y las mentes ingenieras van a flipar con la investigación que hay detrás. El equipo buceó en planos, fotos antiguas, mapas urbanos y cartas ferroviarias para clavar la curva de cada puente y el color exacto de cada tranvía clásico. Los trenes, además, cumplen horarios: una proeza de ingeniería a escala que homenajea la legendaria puntualidad ferroviaria de Europa Central. A los peques quizá se les escape tanta fidelidad, pero los adultos sonreirán al reconocer un tranvía ochentero o una fachada desaparecida de la Avenida Andrássy.
Más allá de babear con los paisajes, hay entretenimiento para quienes prefieren mirar y para las que quieren cacharrear. Encontrarás puestos multimedia con animaciones divertidas y vídeos del “detrás de cámaras” que cuentan cómo se fabricaron las maquetas y comparten anécdotas del proceso. También hay un taller tras un cristal donde puedes ver a los modelistas en acción, armados de pinzas y lupas, reparando o dando vida a la próxima mini maravilla.
Miniversum no es solo para ferroviarias, fans de las maquetas o familias buscando plan de lluvia. Es un desvío delicioso para cualquiera que quiera ver una ciudad (¡o tres países!) desde una perspectiva completamente nueva. Vengas por la ingeniería, te quedes por los guiños escondidos o simplemente quieras recuperar esa rara sensación de asombro infantil, te alegrará haber encajado este viaje en miniatura en tu aventura por Budapest.





