
Rádió- és Televíziótörténeti Kiállítóhely es una de esas joyitas ocultas que te encuentras de repente en Budapest —o, para ser precisas, en el barrio de Óbuda— y te hace sentir que has corrido el telón de un mundo de innovación que quizá ni sabías que existía. Escondida en el edificio histórico que fue parte de la antigua estación de transmisores de radio de Hungría en Szőlő utca, esta expo dista mucho de ser un almacén polvoriento de cacharros. Es más bien una cápsula del tiempo viva, rebosante de historias fascinantes, sorpresas interactivas y toda la nostalgia (y a veces excentricidad) que el mundo de la radio y la tele puede despertar.
En cuanto entras, te reciben unos imponentes transmisores de radio de principios del siglo XX, preciosamente conservados. Estas moles cuentan cómo Ede Török y otros pioneros húngaros convirtieron experimentos científicos medio rarunos en una voz nacional. Mientras paseas, vas avanzando cronológicamente desde aquellos primeros días de la radio hasta la época en la que las familias se arremolinaban alrededor de un único aparato de madera en salones llenos de humo para escuchar las últimas emisiones. Si te flipan los gadgets vintage, la colección va desde delicados receptores de cristal hasta radios de baquelita intrincadas, e incluso rarezas totales como los micrófonos “grano de arroz” (sí, son así de diminutos). Se palpa la magia de las primeras transmisiones y el orgullo nacional en torno a las primeras emisiones húngaras de 1925.
La exposición no va solo de máquinas: también es un panorama de la cultura pop y la vida cotidiana húngara a través de la imagen en movimiento. Hay toda una ala dedicada a los albores de la televisión, desde las emisiones en blanco y negro llenas de humo hasta la llegada del color a finales de los años 60. Destacan las cámaras originales de estudio —que parecen requerir halterofilia para moverlas— y una mesa de control mimadísima (imagina lucecitas parpadeantes, bobinas girando y filas de botones misteriosos). También hay una sección especial sobre programas infantiles como “Mézga család” y “Frakk, a macskák réme”, que tocarán la fibra de cualquiera que haya crecido en Hungría—o de quienes simplemente adoran los dibujos rarunos.
Lo que de verdad da vida al Rádió- és Televíziótörténeti Kiállítóhely es cómo te invita a jugar. No solo puedes escuchar emisiones y jingles de hace décadas, también puedes operar tú misma algunos radios y televisores. Los guías entusiastas —muchos de ellos exingenieros y fanáticos de la radio— rebosan anécdotas. Puede que te cuenten un secreto sobre la primera retransmisión en directo del Mundial de la FIFA de 1966 en Hungría, o cómo se escondían mensajes encubiertos en los días de censura de la era comunista.
Las fans de la historia salen con su dosis de intriga de la Guerra Fría, las peques curiosas alucinan con los artilugios retro, y hasta quienes van a regañadientes suelen sorprenderse de cómo estos objetos cotidianos se vuelven cautivadores cuando les conoces las historias. Seas techie, cultureta o simplemente una cazadora de rarezas, este pequeño museo ofrece un viaje en el tiempo a cómo Hungría escuchó, miró y, al final, conectó consigo misma y con el mundo de fuera. El Rádió- és Televíziótörténeti Kiállítóhely te recuerda que detrás de cada emisión hay inventores, ingenieras y soñadores, y todo un elenco que trajo las ondas invisibles de la radio y la televisión al latido de la vida diaria.





