
La Villa György Ráth se esconde en silencio en la Városligeti fasor de Budapest, una ciudad que acumula historia en capas infinitas. Pero al acercarte a su entrada acogedora, sientes que estás descubriendo algo a la vez profundamente antiguo y sorprendentemente cercano. Esta villa, que fue hogar del respetado coleccionista y amante del arte György Ráth, hoy abre su mundo interior a los visitantes como lo haría un anfitrión atento con sus espacios más personales: de forma única y sincera.
Si te fascina la ebullición artística de fin de siglo, la villa es una máquina del tiempo. Terminada a finales del siglo XIX, se convirtió en la residencia de György Ráth, primer director del Museo de Artes Aplicadas. Su pasión por coleccionar se respira en cada rincón: las estancias vibran con el espíritu del Art Nouveau y con las influencias que confluyeron en aquella época. Lo extraordinario no es solo el mobiliario, las vidrieras o las cerámicas —que son una pasada—, sino esa sensación de que nunca fue un santuario privado para rarezas: Ráth organizó su casa para compartir su entusiasmo, invitando a amigos (y a veces incluso a desconocidos) a asomarse a sus tesoros.
Hoy, al recorrer sus salas bañadas de luz, notas enseguida lo cercana que se siente. Aquí no hay cordones de terciopelo que te mantengan a distancia. El arte y la decoración mezclan corrientes internacionales de alto vuelo (piensa en prerrafaelitas británicos, Jugendstil alemán, simbolismo francés) con toques inconfundiblemente húngaros. Un ejemplo perfecto es la imponente escalera de roble, que te arranca una admiración inevitable al subir. Verás obras de artistas húngaros consagrados como Mihály Munkácsy, Gyula Benczúr y Alajos Stróbl; pinturas y esculturas que dialogan con elegantes cerámicas Zsolnay y herrajes de Gyula Jungfer. No son piezas frías de museo: se sienten como pertenencias queridas, en su hábitat natural.
En la planta baja, el estudio es un imán para bibliófilos, con volúmenes históricos alineados como podría haberlos dejado el propio Ráth. También hay un salón donde los papeles florales evocan la vibración estética del fin de siècle. La disposición cuidada resucita la vida social de la élite cultural de Budapest: cuesta muy poco imaginar veladas aquí, conversando sobre arte, filosofía o el futuro de la ciudad.
Lo que más me enamora de la Villa György Ráth es su profundidad: no solo es una representación espléndida del Art Nouveau húngaro, también es la ventana a una historia íntima y vivida. No caminas por otro palacio frío ni por un sitio polvoriento; estás viendo Budapest con los ojos de un local que amaba la belleza, la creatividad y el acto de compartirlas. El ambiente íntimo y preservado —hasta en los azulejos y chimeneas ornamentadas— te reconecta con el placer táctil de las casas históricas. Antes de irte, date un paseo tranquilo por el jardín. Incluso ahí asoman ecos de otra época, desde la forja de las vallas hasta la calma de los árboles.
Si estás en Budapest y ya has tachado palacios grandilocuentes y plazas abarrotadas, regálate unas horas de sosiego lejos del ruido. La Villa György Ráth no es solo para frikis del arte o de la historia. Es para quien disfrute entrando en la historia de otra persona y viendo, de primera mano, cómo la pasión por coleccionar y el compromiso con lo público pueden dejar huella en el alma cultural de una ciudad. Lleva una libreta: querrás apuntar ideas o, simplemente, capturar la sensación de haber encontrado un rincón suave y escondido en la capital.





