
Vajdahunyad vára es ese rincón de Budapest donde la imaginación y la historia chocan de frente en pleno City Park. Aunque sus torres te susurren antigüedad, ojo: no es tan viejo como parece. Nació en 1896 para las celebraciones del Milenio de Hungría. ¿Su propósito? No defender la ciudad ni alojar nobles, sino ser un museo vivo que reuniera los grandes estilos arquitectónicos que marcan el viaje de Hungría a través del tiempo. Lo que empezó como una pieza temporal conquistó tanto a los locales que lo reconstruyeron en piedra y ladrillo entre 1904 y 1908. Entra por su puerta con una idea clara: el Castillo de Vajdahunyad es una carta de amor a la historia húngara, y cada rincón te cuenta un cuento.
Al acercarte, parece que te metes en un cuadro. Lo primero que te atrapa es la mezcla de estilos que conviven pared con pared, e incluso uno encima del otro. Arcos románicos se apoyan en torres góticas; ventanas renacentistas se asoman sobre tejados barrocos. Todo fue pensado así: el arquitecto Ignác Alpár diseñó Vajdahunyad como una colcha de retales con los edificios más queridos de Hungría. El nombre del castillo y algunas de sus agujas dramáticas rinden homenaje a la fortaleza de la familia Hunyadi en Transilvania (el actual Castillo de Corvin, en Rumanía). Con una mirada curiosa verás más guiños: el portal de la iglesia de Ják, un monasterio de Pannonhalma, esas fachadas clásicas de ladrillo rojo tan de Budapest. La mezcla, astuta y un pelín salvaje, hace que cada paso sea distinto al anterior.
Cruzas el puentecito levadizo y dentro te recibe un ambientazo, en gran parte gracias al inquilino del castillo: el Museo Agrícola de Hungría. No te dejes engañar por el nombre: es un museo raruno y encantador, lleno de detalles curiosos del campo, los bosques y la tradición vinícola del país. Verás astas de ciervo, tractores del primer tercio del siglo XX, maquetas de pozos rurales y, como joya, la única mesa renacentista del rey Matías expuesta en Hungría. Es una ventana vivísima a la vida rural húngara, con un punto travieso que engancha. Y lo mejor es cómo se funde la museografía con la atmósfera del castillo: un momento aprendes sobre la apicultura medieval y al siguiente miras por una garita hacia el verde inmenso del City Park.
Fuera, en verano, el foso del castillo se llena de barquitas de pedales y siempre hay músicos tocando junto a la entrada o escondidos bajo los arcos. En invierno, ese mismo foso se transforma en la pista de patinaje sobre hielo más querida de Budapest. Los patios no paran en todo el año: ferias, mercados gastronómicos, conciertos al aire libre… Pocos escenarios compiten con un concierto nocturno con el castillo iluminado de fondo.
Si te va descubrir historias piedra a piedra, busca la estatua de Anonymous, el cronista medieval misterioso que escribió las primeras crónicas de Hungría oculto bajo su capucha. Está bajo arcos altísimos, pluma en mano, esperando —dicen— a que algún visitante acierte su nombre y desate secretos antiguos.
¿Por qué visitar Vajdahunyad? Por la emoción de pasear a través del tiempo, por el espíritu juguetón de sus torres mezcladas y por esa combinación de autenticidad e inventiva que es, en el fondo, puro Budapest. No es el castillo más viejo de la ciudad, pero quizá sí el más imaginativo. Y en una ciudad que sabe sorprender, Vajdahunyad vára es de sus grandes delicias.





