Zichy-kastély (Castillo Zichy)

Zichy-kastély (Castillo Zichy)
Castillo Zichy, Aba, Hungría: majestuosa mansión barroca del siglo XVIII que conserva la arquitectura de época, rodeada de parques paisajísticos y con exposiciones culturales dedicadas al legado de la familia Zichy.

El Zichy-kastély de Aba es uno de esos lugares que te sorprenden. Por fuera se ve señorial, tranquilo, quizá un pelín gastado por los años; pero cuando conoces su historia, entiendes que guarda siglos de memoria en sus muros. Si alguna vez te pierdes por el corazón de Hungría, a solo una hora en coche desde Budapest o a un salto desde Székesfehérvár, el castillo merece la desviación. Lo que lo hace inolvidable no es solo su arquitectura, sino la forma en que luce su pasado con orgullo, rodeado de zonas verdes y pequeños enigmas por descubrir.

Los orígenes de la familia Zichy en la región se remontan a la Edad Media, y su llegada moldeó buena parte del paisaje y la sociedad del condado de Fejér. El castillo, en Aba, fue encargado por el conde János Zichy en el siglo XIX, hacia 1845. Su visión no buscaba un derroche deslumbrante, sino elegancia y comodidad práctica, aunque es innegable que sus líneas neoclásicas son muy fotogénicas. Con sus ventanas suavemente arqueadas, su silueta armoniosa y su acogedora doble escalera, el castillo se convirtió enseguida en un punto de reunión de la nobleza regional. Pero los Zichy no destacaron solo por bailes y tertulias: tuvieron un papel influyente en la vida pública húngara, la política y la cultura, y el castillo lo reflejó acogiendo a invitados ilustres, escritores y artistas de la época.

Paseando hoy por los jardines, sientes que el edificio lo ha visto todo: celebraciones gloriosas, largas tardes de ajedrez en las terrazas, conversaciones en voz baja sobre los cambios que sacudían el país. El parque que abraza el castillo está lleno de árboles veteranos, testigos silenciosos de toda esa historia. En primavera y verano, la zona cobra vida: familias que hacen picnic en el césped, peques del pueblo corriendo por los senderos sombreados, y una luz suave filtrándose entre las hojas, igual que en el siglo XIX. La paz del lugar te invita a bajar revoluciones, a empaparte del ambiente e imaginar cómo sería la vida cuando los carruajes hacían sonar sus arneses por lo que hoy es una sencilla entrada de grava.

La Segunda Guerra Mundial supuso un punto de inflexión para gran parte de la Hungría rural, y el Zichy-kastély no fue la excepción. Desposeyeron a sus dueños, sus salas se llenaron un tiempo de soldados de ocupación y, durante la era comunista, se reconvirtió primero en oficinas de una cooperativa y luego en centro cultural. La grandiosidad se atenuó, pero el esqueleto testarudo del edificio resistió. Hay algo conmovedor en los frescos desvaídos del antiguo salón de baile o en las tablas de madera que crujen, con una irregularidad que delata cuántos pies las han pisado. La restauración moderna sigue en marcha, pero en lugar de borrar el tiempo hasta un imposible estado impecable, aquí se respeta la memoria en capas. Puedes tocar los siglos con la mano: la piedra fresca del exterior o la madera cálida de una barandilla pulida por generaciones.

En lo arquitectónico, quizá esperes exageración barroca o drama gótico, pero el Zichy-kastély apuesta por la contención. Su simetría, la decoración exterior sobria y el uso mesurado de columnas exhiben una especie de estoicismo neoclásico húngaro: discreto, pero con una dignidad tranquila. Si te van los detalles, busca los pequeños escudos sobre las puertas o el juego de luces y sombras en la escalera a última hora de la tarde.

Lo que muchos no anticipan es cuánto sirve hoy el castillo a la comunidad local. Una de las alegrías de visitarlo es toparte con una exposición de arte, charlar con el personal —amabilísimo, con historias propias— o encontrarte de repente un festival en el parque. No son montajes para turistas, sino vida cultural auténtica que prolonga antiguas tradiciones de reunión y creatividad compartida, como cuando la familia Zichy organizaba salones y lecturas literarias.

Para quienes atesoramos los pequeños hallazgos tanto como los grandes monumentos, el Zichy-kastély de Aba ofrece una experiencia muy gratificante. No hay agobios de multitudes ni el trajín de los autobuses que ves en otros castillos húngaros, pero sí mucho encanto atmosférico y ese contraste delicioso entre una grandeza que se fue y la vida rural del día a día. Túmbate bajo un castaño, asómate por las verjas de hierro forjado o recorre los senderos tranquilos: cada rincón del recinto cuenta un fragmento del pasado de Hungría, que se cuela en el presente con una sinceridad refrescante.

  • El Conde Ödön Zichy, aristócrata húngaro, impulsó exposiciones industriales y fundaciones; su familia habitó el Castillo Zichy. Liszt visitó círculos Zichy, estrechando lazos culturales húngaro-austríacos en el siglo XIX.


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