Gróf Brunszvik Teréz Óvoda no es solo un destino encantador: es la cuna misma de la educación preescolar en Hungría. Enclavada en Martonvásár, una pequeña localidad a unos 30 kilómetros de Budapest, esta institución es un pedacito de historia viva y una sorpresa deliciosa para cualquier viajero interesado en los orígenes de la educación moderna. Si creías que las guarderías eran invento del siglo XX, una visita aquí te cambia el chip por completo.
Nada más llegar, te recibe un edificio modesto pero elegante, con un aire acogedor que no deja entrever su enorme relevancia. Fue en 1828 cuando la condesa Teréz Brunszvik, una noble húngara extraordinaria, fundó este jardín de infancia inspirándose en los métodos pedagógicos de Johann Heinrich Pestalozzi y, a su vez, influyendo en nada menos que Friedrich Fröbel, el educador alemán que popularizó el concepto de kindergarten. Impresiona pensar que estás en las mismas salas donde los peques iniciaron el gran experimento del juego estructurado y el aprendizaje temprano, décadas antes de que estas prácticas se extendieran por el mundo.
Pasear por el edificio y su jardín primorosamente cuidado es como viajar en el tiempo. Dentro, las exposiciones reúnen juguetes originales, muebles y materiales educativos del siglo XIX. No te extrañe ver bloques de madera de época, sillitas diminutas y libros bellamente ilustrados que encendían la curiosidad de las mentes más pequeñas. También hay documentos cuidadosamente preservados, algunos escritos a mano por la propia condesa Teréz Brunszvik. Conmueve e inspira descubrir cuánto empeño puso en cuidar a la infancia sin importar el estatus social de sus familias, algo bastante radical para su época.
Lo que hace único al Gróf Brunszvik Teréz Óvoda es la historia humana que late detrás de su fundación. La condesa Brunszvik no fue una benefactora distante: fue práctica, minuciosa, siempre afinando su enfoque, defendiendo los derechos de la infancia y carteándose con los grandes pedagogos de su tiempo. Los guías suelen contar la conexión fascinante entre ella y Ludwig van Beethoven, amigo de su familia, que visitó la finca de Martonvásár, añadiendo otra capa de significado cultural al lugar. Para las personas melómanas, saber que Beethoven probablemente paseó por estos jardines es un pensamiento que pone la piel de gallina.
Ninguna visita a Martonvásár está completa sin una vuelta por la finca. El jardín de infancia se sitúa en un parque de estilo inglés precioso y muy cerca del imponente Castillo Brunszvik. Después de empaparte de historia educativa, puedes bordear los lagos, cruzar puentes coquetos y, incluso hoy, sentir el eco de aquellos salones intelectuales decimonónicos. Hay algo mágico en montar un picnic donde florecieron conversaciones ilustradas y donde las risas infantiles simbolizaban el optimismo de una nueva era.
Quizá lo más emocionante de la visita es comprender cuánto debemos, en educación infantil, a visionarias como la condesa Teréz Brunszvik. Su legado, palpable en las salas y jardines tan bien cuidados, sigue inspirando a docentes, familias y peques. Seas amante de la historia, profe o viajera curiosa a la que le chiflan los lugares con relato, pasar tiempo en el Gróf Brunszvik Teréz Óvoda es un recordatorio suave de cómo las semillas del aprendizaje, cuando se plantan con cariño, pueden crecer hasta convertirse en algo verdaderamente extraordinario.
